jueves, 26 de septiembre de 2013

Los cambios climáticos acabaron con el neandertal, según un nuevo estudio


Robustos, algo inteligentes, de mediana estatura y extremidades cortas, con facciones duras aunque quizá muy parecidos al homo sapiens. Ésta es la imagen que tenemos a día de hoy de los neandertales, uno de los grupos homínidos que más ha llamado, y continúa haciéndolo, la atención de los investigadores, quizá precisamente por su proximidad a nosotros.

 Un grupo que continúa rodeado de misterio, que se desvela, en parte, en el nuevo trabajo de investigación de Antonio Monclova Bohórquez (El Puerto de Santa María, 1960): 'Neandertales: Los últimos homínidos de Europa'. El biólogo, arqueólogo y doctor en Prehistoria y Paleontología reabre el debate sobre el estilo de vida y las causas de la desaparición de los neandertales, aportando nuevos datos reveladores sobre su ocaso y recuperando, también, investigaciones anteriores.

De esta manera, en 'Neandertales: Los últimos homínidos de Europa', editado por Almuzara, Monclova Bohórquez aporta una nueva hipótesis sobre las causas de la desaparición de la especie de la faz de La Tierra, una de las grandes incógnicas del mundo científico. Grandes cambios climáticos a finales del Pleistoceno europeo son, para el autor, la clave de la desaparición del grupo homínido. Él, partícipe directo en los últimos descubrimientos y estudios realizados, mantiene la tesis de que los neandertales, al igual que ciertos mamíferos del Pleistoceno superior europeo, estaban sentenciados a su extinción varios milenios antes de la llegada del momento.

Otra de las conclusiones reveladas a lo largo de su investigación se centra en la desaparición de los grandes mamíferos. Según las conclusiones de Monclova Bohórquez, ésta responde a la relación biogeográfica que mantuvieron con los neandertales a lo largo de sus últimos 35.000 años en Europa. «La agrupación de las diferentes especies en conjuntos faunísticos de acuerdo con sus similitudes ecológicas, muestra sus respectivas predisposiciones a extinguirse como elementos no análogos, dentro de cada conjunto», explica.

Este nuevo proyecto recoge también investigaciones prehistóricas previas. Curiosidades, contradicciones y revelaciones de los homínidos que conformarán nuevas ideas y, en palabras de la editorial, «romperán teorías preestablecidas por los lectores, inmersos en un recorrido por la prehistoria, a través de la cuál, llegarán a conocer también rasgos de nosotros mismos».
La editorial Almuzara publica este trabajo de divulgación científica dentro de la colección Huellas del pasado. Un paso más para descubrir el pasado del homo sapiens.

Fuente: elcomercio.es

martes, 17 de septiembre de 2013

Entrenar como un humano del Paleolítico ayuda a ser mejor atleta


Investigadores creen que cuanto más parecido sea el estilo de vida del deportista moderno al de sus antepasados, mejor será su adaptación al entrenamiento

Cada cuatro años, en los juegos olímpicos participan unos 10.000 hombres y mujeres que dedican varios años al entrenamiento físico para lograr que su rendimiento sea el mejor posible en el momento de la competición. Aunque cada atleta se prepara específicamente para las demandas fisiológicas de su prueba, todos tienen una característica en común: son Homo sapiens. Es decir, comparten un genoma que es el resultado de la evolución y que escapa a su control individual.

Investigadores de la Universidad Católica de Brasilia (Brasil), la del País Vasco y la de A Coruña, junto con la investigadora independiente Laurinda Abreu, han publicado un artículo en la revista Sports Medicine en el que afirman que cuanto más parecido sea el estilo de vida del deportista moderno al de sus antepasados, las adaptaciones al entrenamiento serán mejores y, por lo tanto, el rendimiento también.

“El entrenamiento de un deportista no se puede alejar mucho de las exigencias competitivas; sin embargo, sí se pueden hacer modificaciones en el estilo de vida y en el entrenamiento que afectarán positivamente a su adaptación fisiológica, ya que su genoma está más adaptado al estilo de vida ancestral”, afirma Daniel Boullosa, profesor e investigador de la Universidad Católica de Brasil y autor principal del estudio.

Debido al curso de la evolución, los cambios genéticos ocurren muy lentamente en el Homo sapiens, mientras que la actividad física y los hábitos alimentarios han experimentado cambios muy rápidos en pocos siglos. “Nuestra especie (Homo Sapiens) y, por lo tanto nuestro genoma, son los mismos desde hace 200.000 años. En cambio, lo que sí ha cambiado es el entorno y las condiciones para la supervivencia, por lo que hay un desajuste grande entre nuestra carga genética, que está adaptada a unas exigencias determinadas favorecidas por la evolución durante millones de años, y el estilo de vida actual”, apunta Adrián Varela-Sanz, coautor de la investigación.

Menos carbohidratos

Según detallan los científicos, se sabe que nuestros ancestros homínidos vivieron predominantemente en condiciones de hipoxia moderada –menor presión de oxígeno– entre 1.000 y 2.000 metros de altitud, mientras que el consumo de carbohidratos en la dieta era probablemente menor que en la actualidad. “Existen evidencias científicas que sugieren que vivir en condiciones de hipoxia mejora los resultados principalmente en deportes de resistencia, aunque también hay ya algunas pruebas en deportes de equipo. Otro ejemplo se refiere al ayuno y al entrenamiento”, añade.

Aunque está comprobado que el carbohidrato en la dieta es importante para responder a las demandas físicas de deportes muy intensos, también se ha demostrado que la señalización molecular necesaria para la adaptación muscular es mayor cuando se entrena con poca carga de carbohidrato en determinadas circunstancias. “Esto se puede entender si nos fijamos en que la dieta de nuestros ancestros siempre fue muy irregular, ya que pasaban de épocas de abundancia a épocas de hambre con mucha frecuencia”, asegura el científico.

No muchas horas sentado

Respecto a los deportistas de resistencia, los investigadores destacan que cada vez está más aceptada la mayor efectividad del entrenamiento polarizado, en el que se entrena principalmente a baja intensidad (80%), a pesar de que las demandas competitivas sean a intensidades superiores.
“En este sentido, una estrategia muy interesante para adaptar este concepto a los deportes intermitentes, como el fútbol o el tenis, sería controlar que fuera del entrenamiento regular se practique un ocio activo de baja intensidad, sin pasar muchas horas sentados o tumbados, para favorecer las adaptaciones fisiológicas del entrenamiento específico”, concluye Boullosa.

Fuente: abc.es