martes, 24 de noviembre de 2009

¿Qué comían los Australopithecus?


Frutos ricos en azúcares, así como semillas, raíces, tubérculos y cortezas, podrían ser los alimentos básicos de la dieta del Australopithecus afarensis, un homínido del Plioceno del este de África, datado entre 4, 2 y 3 millones de años atrás. Ésta es una de las principales conclusiones del estudio sobre dieta y ecología del A. afarensis publicado en la revista Journal of Human Evolution por un equipo de la Unidad de Antropología del Departamento de Biología Animal de la UB, bajo la dirección del profesor Alejandro Pérez-Pérez.

La reconstrucción de la dieta se ha elaborado analizando el patrón de microestriación de la dentición postcanina del A. afarensis, causado durante el proceso de masticación por elementos estructurales presentes en los vegetales, llamados fitólitos, los cuales son abrasivos y rayan el esmalte dental. Además, el mismo proceso de alimentación también conlleva la ingesta de arena o polvo, que implica una mayor abrasión. Todos estos elementos son capaces de dañar microestructuralment del esmalte en el proceso de masticación porque tienen una dureza superior. El recuento y la caracterización de las microestriaciones, así como el análisis estadístico, han permitido atribuir una determinada dieta y ecología de esta especie fósil en función del patrón de microestriación de especies de primates actuales, cuya dieta está bien documentada.

Según Ferran Estebaranz, primer autor de esta investigación, "el patrón de microestriación de la A. afarensis muestra claras similitudes con los de especies Hominoidea actuales, como los gorilas de Camerún. Así, su dieta se basaría principalmente en frutos ricos en azúcares, aunque, durante la época desfavorable, debían alimentarse primordialmente de recursos pobres energéticamente pero muy abundantes, como semillas, raíces, tubérculos o cortezas ». Tal y como apunta el estudio, aunque el A. afarensis vivió en ambientes diferentes, su dieta es homogénea, lo que indica que estos homínidos eran capaces de buscar y seleccionar los recursos favoritos en diversos entornos ecológicos. Además, la dieta del A. afarensis, según se desprende del análisis del patrón de microestriación, no varió a lo largo del tiempo a pesar del aridificació progresiva que sufrió el este de África hace entre 4 y 3 millones de años.

El estudio publicado se enmarca en un amplio proyecto que pretende caracterizar la dieta y las adaptaciones ecológicas de los homínidos del Pliopleistoceno del este de África. En este sentido, cabe destacar que, recientemente, la investigadora Laura M. Martínez ha participado en el segundo Congreso de la Asociación de Paleoantropología y Paleontología del este de África (East African Association for Paleoanthropology and Paleontology - EAAPP), que tuvo lugar en Arusha (Tanzania), donde ha presentado los resultados de la reconstrucción ecológica y las adaptaciones tróficas de Homo habilis, Homo ergaster y Paranthropus boisei, así como de A. afarensis.

Referencia bibliográfica:

F. Estebaranz; L. M. Martínez; J. Galbany; D. Turbón, A. Pérez-Pérez. "Testing hypotheses of dietary reconstruction from buccal dental microwear in Australopithecus afarensis". Journal of Human Evolution, 2009.

Fuente: agrodigital.com

lunes, 9 de noviembre de 2009

Los primeros euroasiáticos vienen a España

Homo georgicus

Investigadores españoles preparan una exposición sobre el 'Homo georgicus' en Tiflis que después llegará a Madrid

En 1983, en una aldea medieval enclavada en un rincón de la Unión Soviética pegado a Turquía, apareció un diente enorme. Los arqueólogos que excavaban el yacimiento no entendían nada. En aquel asentamiento situado en la encrucijada entre Europa, Asia y África había ruinas del Medievo, tumbas mongolas, restos de la Edad de Bronce y vestigios de la Ruta de la Seda.

Pero aquel diente no era de un gigante mártir cristiano, ni de un bisnieto de Gengis Kan, ni de un pionero de la orfebrería. Era de un rinoceronte del Pleistoceno. Un año después, apareció una rudimentaria herramienta de piedra. Bajo aquella aldea, Dmanisi, hoy en el territorio de Georgia, se encontraban los vestigios más antiguos de los primeros humanos que salieron de África.

Desde entonces, han aparecido cinco cráneos de individuos que vivieron en la región hace 1,8 millones de años, centenares de útiles toscos y fósiles de animales extintos. Para una parte de la comunidad científica, Dmanisi pudo ser una especie de fonda en el viaje de los homininos desde África a Europa. Medio millón de años después, el Homo antecessor ya dominaba la Sierra de Atapuerca, en Burgos.

Y los cráneos de Dmanisi están a punto de hacer el mismo viaje que sus descendientes. Las cabezas de los primeros euroasiáticos nunca han salido de Georgia, pero a partir del verano de 2010 podrían recorrer el camino hasta Madrid.

Una veintena de científicos españoles está preparando en el Museo Nacional de Georgia, en Tiflis, la primera exposición sobre los fósiles de Dmanisi. Será la puesta de largo del Homo georgicus, una todavía controvertida nueva especie humana descrita en 2002 para definir los restos encontrados en Georgia. La intención de los mecenas de la exposición georgiana, la Fundación Duques de Soria, que gestiona el dinero de la cooperación cultural entre España y Georgia, es que cuando la muestra cierre sus puertas en Tiflis los primeros euroasiáticos viajen hasta el Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid.

Será una ocasión única para mirar cara a cara a la especie que ha descuajaringado el árbol evolutivo humano. Los fósiles desenterrados en Dmanisi han servido a los investigadores del yacimiento de Atapuerca para elaborar una nueva teoría que revienta la del Out of Africa. Según esta hipótesis, los primeros humanos, el género Homo, pudieron surgir en Asia, no en el continente africano, como se sostenía hasta que llegó Dmanisi.

El secretario general de la Fundación, José María Rodríguez-Ponga, explica la dificultad de traer los cráneos desde Tiflis hasta Madrid. Los restos han permanecido ocultos bajo la tierra durante 1,8 millones de años, y exponerlos implicará iluminarlos.

"Son las mismas dificultades que se afrontaron en 2003, cuando se organizó una exposición con los fósiles de Atapuerca en el Museo de Historia Natural de Nueva York", opina. "A EEUU viajaron fósiles originales de Homo antecessor, y a Madrid vendrán algunos de los cuatro cráneos de Homo georgicus", vaticina.

Rodríguez-Ponga habla de cuatro cabezas porque, oficialmente, la quinta no existe. Actualmente descansa en un estante a la espera de que el director del yacimiento, David Lordkipanidze, anuncie el descubrimiento en una publicación científica. "Si el quinto cráneo viene a Madrid, será un bombazo", auguran otras fuentes.

Dmanisi es una especie de meca para los investigadores españoles, pero también un segundo hogar. La paleoantropóloga María Martinón-Torres, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, en Burgos, estaba en Tiflis el verano pasado cuando los aviones rusos bombardearon Georgia. La científica de Atapuerca, junto a otros miembros de la expedición española, consiguió subir al último avión que despegó de la capital georgiana. Unas horas después, un misil destrozó una de las pistas.

Sus colegas georgianos se quedaron en Tiflis. Y algunos de ellos fueron llamados a filas. Como Giorgi Bidzinashvili, que habla español gracias a sus estancias en la Universidad Autónoma de Madrid. En agosto de 2008, soltó las herramientas de piedra del Homo georgicus que estudiaba y empuñó un fusil Kaláshnikov. Era su tercera guerra.

El encarnizamiento del Ejército ruso con la población georgiana paralizó la actividad en el yacimiento. Y este año tampoco se ha excavado. Sin embargo, los científicos retomarán los trabajos el próximo verano.

Hay mucho por hacer. Todos los fósiles desenterrados en Dmanisi se han encontrado en un espacio de unos 80 metros cuadrados, pero el yacimiento ocupa una superficie de varias hectáreas. Bajo la tierra deberían hallarse las respuestas a algunas preguntas que martillean la cabeza de los investigadores.

Una de las mandíbulas encontradas en el pueblo medieval, la conocida como D2600, es muy diferente al resto. Desconcertantemente distinta. Una posibilidad es que el físico de los machos y las hembras de Homo georgicus fuera muy dispar, como en el caso de los gorilas. Y la otra alternativa es que la quijada no pertenezca a esta especie, sino a otra, lo que implicaría un nuevo susto en la evolución humana.

"No podemos descartar que en Dmanisi coincidieran en el tiempo y en el espacio dos especies diferentes, con nichos ecológicos distintos", señala Martinón-Torres. La investigadora de Atapuerca estuvo el pasado mes de septiembre en Tiflis preparando la exposición y volverá el próximo verano a la sala del champán de Dmanisi. Este pequeño parche de tierra, núcleo del yacimiento, ha sido bautizado con este nombre porque cada vez que se descubre un nuevo fósil humano los georgianos vierten sobre la arena un chupito de Moët & Chandon o similares.
Un viejo desdentado

En 2004, Martinón-Torres se encontraba en la sala del champán cuando asomó una mandíbula desdentada. Los dientes no aparecieron, porque se desprendieron de su dueño hace 1,8 millones de años. Según los investigadores, la quijada perteneció a un anciano mellado que vivió durante años sin dentadura, en una época en la que no existían las sopas de ajo. Alguien alimentó al viejo Homo georgicus en el ocaso de su vida. Esta mandíbula, el primer testimonio de solidaridad entre los seres humanos, será otra de las joyas de la exposición.

Pero los fósiles no monopolizarán la muestra. El catedrático de Prehistoria Javier Baena, de la Universidad Autónoma de Madrid, es uno de los encargados de seleccionar las herramientas más representativas de la cultura de los primeros euroasiáticos. Los homínidos de Dmanisi eran achaparrados, y su capacidad craneal era de tan sólo 600 centímetros cúbicos, frente a los aproximadamente 1.400 de los humanos modernos. Sin embargo, se las apañaron para desarrollar una rudimentaria cultura, basada en la caza y en la talla de bastos útiles.

Baena ha analizado el conjunto de utensilios encontrado en Dmanisi y se ha topado con que hay dos tipos de tallas completamente diferenciables entre sí. Una, más tosca, se corresponde con artefactos elaborados hace 1,8 millones de años. Otra, más avanzada, se situaría en al menos 1,5 millones de años. Las conclusiones de su estudio sugieren que en la región vivieron dos poblaciones, con culturas distintas. Y, además, son un espaldarazo para los que creen que, en realidad, Dmanisi era la morada de dos especies diferentes de homininos.
Un príncipe destronado

"Cuando los georgianos empezaron a analizar los fósiles encontrados en los noventa, no tenían ni idea de qué tenían entre manos. Se parecía a un Homo habilis, pero no era. También se asemejaba a los Homo erectus, pero tampoco era. Posiblemente estemos hablando de un eslabón intermedio", explica Baena. Y, como añade Martinón-Torres, en la comunidad científica crece la corriente de los que piensan que Homo habilis, el primer humano surgido en África, era en realidad un Australopithecus. Así que Homo georgicus, nacido en Asia, ocuparía el lugar de este "príncipe destronado" como primer representante conocido del género Homo.

Hasta la explosión de fósiles de Dmanisi, se pensaba que el primer hominino que abandonó la cuna africana, hace un millón de años, fue el Homo erectus, con un físico poderoso y armado con los bifaces achelenses, una tecnología tan avanzada en la época como los fusiles del Ejército de Estados Unidos en la actualidad. Ahora, los científicos tienen que explicar cómo un hominino canijo, pertrechado con un puñado de pedruscos, pudo conquistar Asia un millón de años antes. La exposición de Madrid tendrá que ofrecer unas cuantas respuestas.

Fuente: publico.es




lunes, 2 de noviembre de 2009

Descubren grutas de 14 mil años de antigüedad

Las primeras cuevas descubiertas al norte del río Negro con ocupación humana observable en niveles superficiales a través de artefactos líticos, podría significar un acontecimiento en la Comunidad Arqueológica americana

El Proyecto Mataojo prevé prospectar y excavar el área, ubicada al noreste del departamento de Salto.

Los especialistas entienden que las investigaciones arqueológicas pueden develar evidencias de las ocupaciones humanas más antiguas del continente americano, una tradición cultural denominada “Paleoindio” que tiene entre 14.000 y 9.000 años de antigüedad en la Cuchilla de Haedo, un lugar donde prácticamente no hay antecedentes de ocupación prehistórica.

La región donde se encuentran las cuevas fue recientemente definida, en una publicación científica, como “Región Arqueológica Catalanes Nacientes Arapey” (RACNA), debido a que integra un paisaje natural y antrópico homogéneo. Allí se observan sitios canteras y talleres de arenisca silicificada y ágata, en un corredor con rumbo Norte-Sur de aproximadamente 100 kilómetros de largo por 40 kilómetros de ancho. Este se extiende desde las inmediaciones de la desembocadura del arroyo Catalán Grande hasta las nacientes del río Arapey. La flora del lugar está asociada a los cauces de los arroyos y la ladera de los cerros en lo que se puede llamar monte de quebrada, la vegetación crece al abrigo de las laderas donde se concentra la humedad y se desarrolla la flora arbórea, arbustiva y herbácea. Es frecuente encontrar en esta zona la presencia de helechos arborescentes, debido a la influencia de las altas tasas de humedad y precipitaciones registradas.

Las cuevas y aleros se encuentran en predios privados y su acceso se ve franqueado por el monte indígena donde es posible identificar mataojos, guayabos, pitangas, espinillos, coronillas, blanquillos y acacias, entre otras especies.

Desde la entrada a una de las cuevas se puede ver, a nivel de superficie, artefactos líticos (de piedra) indígenas dispersos que se alternan con hojas. Las paredes interiores se muestran cubiertas de hollín, que es atribuible –presuntamente- al humo de fogatas realizadas en su interior. En las evaluaciones realizadas en sus paredes no se constataron a simple vista, grabados o pinturas rupestres aunque para establecerlo con rigor científico será necesaria la utilización de equipos de iluminación aún no disponibles en el país. Lo que sí hay, son colonias de líquenes y hongos que también deberán ser analizadas.

Sus ocupantes aprovecharon la concavidad de la piedra para refugiarse. Hay que considerar que el clima en lo que hoy es Uruguay, al final del Pleistoceno -última edad del hielo- era muy frío, con varios grados menos de temperatura que en la actualidad.

El arqueólogo Rafael Suárez citado por la web del Gobierno dijo que entiende que las investigaciones arqueológicas nos pueden develar “evidencias de las ocupaciones humanas más antiguas del continente americano, una tradición cultural denominada Paleoindio que tiene entre 14.000 – 9.000 años de antigüedad en la Cuchilla de Haedo, un lugar donde prácticamente no hay antecedentes de ocupación prehistórica”. Además, -dijo-“hay muy buenas perspectivas de identificar ocupaciones Paleoindias en cuevas en Uruguay. Los sitios tempranos del período Paleoindio conocidos en nuestro país hasta el presente, son todos a cielo abierto y están asociados a cursos de agua como ríos, arroyos y lagunas”.

Suárez y su equipo de investigación vienen trabajando en sitios Paleoindios en Uruguay desde el año 1999. Este especialista ha realizado su tesis de doctorado sobre las ocupaciones humanas más antiguas de Uruguay. Recuperando evidencia de los primeros americanos que llegaron al país hace 12.800 años calendario de antigüedad, así como los primeros registros de fauna extinguida del Pleistoceno (caballo prehistórico americano y Glyptodon) asociados a material de origen cultural. Estos hallazgos fueron realizados en la localidad arqueológica Pay Paso (río Cuareim, Artigas) teniendo repercusión en la comunidad académica internacional.

La relativa proximidad y amplia movilidad que tenían los grupos Paleoindios generan muy buenas posibilidades de recuperar evidencias de los primeros americanos en las cuevas recientemente descubiertas. Adicionalmente en Pampa y Patagonia hay varios sitios Paleoindios en cuevas (Cueva Fell, Chile; alero Piedra Museo y Cueva Tixi, Argentina, entre otros), por lo que no sería extraño que los grupos Paleoindios de Uruguay también hubieran ocupado cuevas o aleros. “Recordemos que el clima al final del Pleistoceno era seco y frío con varios grados menos de temperatura promedio que en la actualidad”. Los antecedentes de ocupación humana en cuevas en nuestro país alcanzan una profundidad temporal de aproximadamente 3.100 años AP (Cueva del Diablo en la Sierra de San Miguel, Rocha). Por lo tanto, poder extender cronológicamente las ocupaciones en cuevas hacia los períodos Arcaico (aproximadamente 8.500 – 4.000 años de antigüedad) y Paleoindio (13.000 – 9.500 años AP)”, constituiría un avance importante en el conocimiento de la Prehistoria más antigua del Uruguay.

Fuente: uruguayaldia.com

El encuentro entre neandertales y humanos modernos

A Futuro le encanta la paleoantropología y no sólo por aquello de que nada humano le es ajeno, fósil o no, sino porque en esas idas y venidas de los homi de todo tipo se juegan chismecillos que muchas veces están presentes hoy. No los van a encontrar acá. Acá se habla del encuentro entre sapiens y neandertales. Y de paso se puede recordar que Horacio Quiroga escribió un cuento que se llama exactamente así: “El último neandertal”.

Por Martín Cagliani

Este año se cumplieron doscientos años del nacimiento de Charles Darwin y ciento cincuenta de la publicación del libro que lo haría famoso, en el que contaba su explicación de cómo evolucionaron todos los seres vivos. Pero Darwin nada dijo en aquel momento sobre la evolución del hombre. Tuvo miedo del escándalo.

Era una época difícil para contrariar a la religión, y sufrió mucho por las discusiones que se desprendieron de su teoría. Por eso fue que tardó doce años en animarse a publicar algo sobre el ser humano. Para ese momento la idea de que el hombre no había permanecido aparte de la evolución ya había conseguido suficiente apoyo científico y social.

En esto ayudaron bastante unos huesos fósiles descubiertos en la cueva de Feldhofer, Alemania, en 1856, tres años antes de que Darwin publicase El origen de las especies.

Esa cueva estaba ubicada en el valle del río Neander, razón por la que al fósil lo llamaron “Hombre de Neanderthal”.

La paleoantropología es la rama de la ciencia que estudia la evolución del hombre y sus antepasados. Esta especialidad nació junto con el descubrimiento de este neandertal, que llegó para poner en entredicho el que el hombre fuese especial, un ser único al que la evolución no podía tocar.

El Hombre de Neanderthal estaba allí, muy diferente a nosotros en el aspecto físico, y tenía tanta antigüedad como para ser llamado pariente y hasta antepasado evolutivo del hombre.

Pero empezaron mal desde el principio. Una reconstrucción errónea de los huesos los equiparó con un mono tonto, razón suficiente para no merecer ser parte de la familia humana.

Los científicos de la época creían que eran demasiado brutos como para tener un comportamiento inteligente.

Le llevó poco más de 150 años a la paleoantropología quitarle al Neandertal el mote de cavernícola bruto, achaparrado y tosco. En el camino, el Hombre de Neanderthal les hizo comprender a los científicos que la humanidad no era diferente, que había evolucionado a partir de seres diferentes. Y que en un momento dado del pasado no hubo un solo representante del género humano sino que hubo dos: nosotros, los Homo sapiens, y nuestros primos, los Homo neanderthalensis.

Una de las incógnitas más grandes de la paleoantropología es saber cómo fue el encuentro y la convivencia entre estas dos especies, ya que sabemos que los neandertales hoy ya no existen, y a la fecha se sabe que los restos fósiles más recientes son de hace unos 35 mil años.

Lo primero que se pensó fue que nosotros, los Homo sapiens, los matamos. Es el típico pensamiento occidental. Una cultura superior llega y desbanca a la inferior. Esto se creyó hasta hace al menos unos veinte años. Los neandertales eran vistos como nuestros primos brutos e inferiores.

¿Pero cómo es posible que hayan vivido unos 200 mil años en Europa y Medio Oriente antes del encuentro si eran tan inferiores?

EL SABOR DEL ENCUENTRO

Hoy en día se sabe que los neandertales y los sapiens tenían una tecnología y un comportamiento similares al momento del encuentro. Ya ningún científico cree en el neandertal bruto que cazaba grandes presas con tecnología ineficiente.

Estudios recientes como los de la cueva Gorham –en Gibraltar– y Bolombor –en Valencia, España– han probado que también cazaban presas menores y mamíferos marinos, e incluso se sabe que comían pescado en la cueva Saint–Césaire, Francia, y vegetales en Shanidar, Irak.

¿Pero qué ocurrió cuando estas dos especies se encontraron, tan diferentes en el aspecto físico, pero no tanto en su adaptación al medio?

La teoría dominante hasta hace algunos años que explicaba este evento se llama Fuera de Africa, y su contraparte no tan aceptada era la Teoría Multirregional.

Ambos eran modelos extremistas que intentaban explicar cómo es que actualmente sólo estamos nosotros, pero 35 mil años atrás había dos especies humanas en Europa.

Fuera de Africa decía que las poblaciones arcaicas, como los neandertales, fueron reemplazados totalmente por los sapiens que se originaron en Africa y luego conquistaron el mundo entero. ¿Cómo? La principal explicación era que los sapiens eran superiores y terminaron aniquilando a las especies anteriores en la competencia por el medio ambiente.

La Teoría Multirregional abogaba por una continuidad de las especies. O sea que creían que nuestra especie, los Homo sapiens, no se había originado en un solo lugar sino que habría evolucionado a partir de todas las especies arcaicas, como los Homo neanderthalensis.

Hoy en día estos dos modelos están intelectualmente muertos. Se han refutado estas teorías tan radicales en base a pruebas paleontológicas.

En los últimos diez años ha habido un consenso en derredor de un modelo que estaría en medio de las dos teorías anteriormente mencionadas: la emergencia de los humanos modernos en Africa con una convivencia y absorción de las poblaciones arcaicas (neandertales) en grados variados.

Hoy sabemos que el Homo sapiens se originó hace unos 200 mil años en Africa; existen pruebas fósiles y también del lado de la genética. Razón por la cual ha quedado totalmente descartada la Teoría Multirregional.

Sigue siendo igualmente una de las ideas más aceptadas la de la conquista total del mundo por parte de los Homo sapiens, si bien con muchas variantes. Hoy en día se basa en los restos arqueológicos, como herramientas líticas, y en la genética, no tanto en huesos fósiles.

La mayoría de los científicos dedicados a la paleoantropología asumen que estos sapiens que conquistaron el mundo eran superiores en genética, tecnología, cultura e intelecto. En el proceso de expansión por el mundo aniquilaron o les ganaron en competición a las especies arcaicas, los neandertales entre ellas.

Pero lo cierto es que todo esto es muy especulativo: no hay pruebas de que haya existido un encuentro entre neandertales y humanos modernos en Europa.

EL ULTIMO NEANDERTAL

Los últimos neandertales se cree que sobrevivieron hasta hace unos 30 a 25 mil años en la Península Ibérica. En el este europeo ya habían desaparecido 42 mil años atrás.

Ahora, los restos fósiles de Homo sapiens más antiguos de Europa tienen 35 mil años de antigüedad, y son del yacimiento de Pestera cu Oase, en Rumania.

Estos fósiles presentan rasgos arcaicos, no son “tan modernos” como los Homo sapiens que poblaron luego al continente europeo y el mundo entero. Por lo que algunos pocos científicos los consideran híbridos de neandertales y humanos modernos.

No está probado, ni mediante restos líticos ni por los fósiles, que los neandertales y los Homo sapiens hayan coexistido en tiempo y espacio en Europa, así que un encuentro entre las dos especies, haya sido violento o con hibridación, es únicamente especulativo.

Ahora, la ola colonizadora que llevó a los Homo sapiens desde su Africa natal hasta las costas de Australia y América, se inició hace unos 50 mil años. Pero antes de eso, unos 130 mil años atrás, nuestros antepasados ya habían salido de Africa para asentarse en Medio Oriente, lugar en el que ya vivían los neandertales desde antes.

Existen pruebas de que allí sí convivieron en el mismo espacio sapiens y neandertales durante unos 50 mil años, o sea, hasta unos 75 mil años atrás, razón de que se crea que esos sapiens de rasgos arcaicos puedan ser híbridos de estas dos especies.

¿Por qué entonces se especula que después de tantos miles de años de convivencia los sapiens se hayan largado en una carrera aniquiladora?

Los estudios más recientes han dado razones para aceptar una explicación diferente. Existe un consenso entre diversos paleoantropólogos en aceptar que los neandertales ya estaban en retroceso por culpa de varios cientos de años de un clima muy cambiante y poco benigno en toda Europa y en Medio Oriente también. Los mismos sapiens tuvieron que repoblar Medio Oriente desde Africa. Y si se dio un encuentro durante ese nuevo repoblamiento, se acepta que los neandertales podrían haber desaparecido porque los sapiens los asimilaron genética y culturalmente. Eran menos, así que fueron absorbidos.

Fuente: pagina12.com.ar