viernes, 30 de diciembre de 2011

Yacimiento de Irikaitz: solo apto para los más tenaces

El verano pasado, un colgante encontrado en el yacimiento de Irikaitz en Zestoa (Gipuzkoa) dio mucho que hablar: podría tener 25.000 años, el más antiguo encontrado en unas excavaciones de la Península Ibérica al aire libre. Esta piedra tiene nueve centímetros de largo y un agujero para colgarla del cuello, aunque parece que, más que como adorno, se utilizaba para afilar herramientas. El descubrimiento tuvo una gran repercusión, pero no es, ni por asomo, lo único encontrado aquí últimamente por el equipo dirigido por Álvaro Arrizabalaga: “Casi todos los años aparece alguna pieza arqueológica de gran calidad. A veces, incluso unas 8 ó 10. Es un lugar muy fructífero”.

Irikaitz se encuentra detrás del balneario de Zestoa, en el lado opuesto del río Urola, a 14 metros de su orilla. Este arqueólogo de la UPV/EHU realiza excavaciones aquí verano tras verano, junto a estudiantes e investigadores de esta y otras universidades, y en colaboración con la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Desde 1998 hasta hoy, han cubierto 32 metros cuadrados; nada comparado con las ocho hectáreas que como mínimo ocupa este yacimiento al aire libre “gigante”. Así es la arqueología. Requiere de mucha paciencia, pero los resultados lo merecen: “Sientes que encuentras algo que ha estado esperando tus manos durante 200.000 años”.

Las labores en un yacimiento ya son complejas y largas de por sí, pero Irikaiz se lleva la palma. Para empezar, porque está al aire libre. En el caso de las cuevas, bien es sabido que servían de refugio para nuestros ancestros, y que una vez identificado el lugar, es muy posible encontrar tesoros arqueológicos. En cambio, los yacimientos al aire libre se descubren de pura “chiripa” (cuando se hacen obras para construir alguna infraestructura), y es difícil predecir lo que va a haber allí. Además, en este de Zestoa hay restos del Paleolítico Inferior, cuando apenas hay referencias de esta época en el País Vasco. Según afirma Arrizabalaga, cuando comenzaron “la quiniela estaba abierta. No sabíamos nada ni sobre la cronología, ni sobre el tipo de restos”.

Precisamente por esta falta de referencias, se quedaron fascinados cuando se toparon allí con materias primas “totalmente exóticas”: piedras volcánicas. “En la primera campaña, pensamos que tal vez alguien trajo las piedras cuando se estaba haciendo el ferrocarril del Urola, para usarlas de balasto. Todo era muy sorprendente e increíble”, dice el arqueólogo. Pero no, este hecho tiene otra explicación lógica: “Es una rareza geológica. En la cuenca del alto Urola hay una capa que contiene piedras volcánicas; el río la cortó, las sacó a la superficie y las trajo hasta aquí. Por eso vinieron los seres humanos de la prehistoria; no había piedras como las de aquí en ningún otro lugar del País Vasco”.

El hecho de que los restos sean tan antiguos o las características de los materiales tan peculiares dificultan mucho la datación en Irikaitz, ya que la mayoría de los métodos utilizados habitualmente para este fin no sirven aquí. Claro ejemplo de ello es que han tenido que olvidarse de cualquier tipo de datación relacionada con huesos, ya que, al contrario que en otros lugares, aquí apenas hay restos óseos: la tierra es tan ácida que los ha hecho añicos, dejando tan sólo las herramientas de piedra y los fósiles botánicos.

Así pues, hay pocos medios para datar ciertos restos. Hubo dos periodos de ocupación en Irikaitz. El más reciente, hace 25.000 años, de cuando es el colgante descubierto este verano. Pero es la ocupación más antigua la que da quebraderos de cabeza a la hora de datarla: se trata del Paleolítico Inferior, ¿pero de cuándo, exactamente? Apenas hay yacimientos que se le parezcan, para poder utilizarlos como referencia. Tal y como explica este arqueólogo, “no hay ningún otro caso de Paleolítico Inferior bajo estas condiciones en la cornisa cantábrica, y en la Península Ibérica, no demasiados”. Les está siendo imposible reducir un amplísimo intervalo de 350.000 años: “Sabemos que no puede ser posterior a hace 150.000 años (momento en el que acabó dicho periodo), y tampoco anterior a hace 500.000 años, porque el mar llegaba hasta aquí”.

Por lo tanto, de los 18-20 métodos de datación existentes en el mercado en la actualidad, no hay más que un par aplicables a Irikaitz. Ambos tienen que ver con la luminiscencia, hilo del que trata de tirar el equipo de Arrizabalaga. El primer método sirve para especificar cuándo ha iluminado el sol una pieza de cuarzo por última vez; sin embargo, no ha dado los resultados esperados. El segundo se basa en la termoluminiscencia, método con el que trabajan ahora: se aplica a ciertos tipos de piedras que han sido calentadas por el fuego, y la medición se realiza en función de la radiación acumulada.

Desde 1998, más de 500 personas han hecho trabajo de campo en el yacimiento de Irikaitz; ni qué decir de aquellas que han contribuido desde el laboratorio. Se trata de un amplio grupo de investigadores que ha trabajado tenazmente en busca de cualquier resultado, por pequeño que sea; muchos de ellos pertenecen a la UPV/EHU, al igual que Arrizabalaga. Y aunque los frutos se recogen muy poco a poco, ahí tienen su premio: “Si Googleas Irikaitz, ya aparecen unas 7.000 entradas. Empezamos a excavar en 1998, y ya en 2001, el yacimiento fue mencionado en una referencia no escrita por nosotros, en relación a la historia de la vertiente cantábrica”. (Fuente: UPV/EHU)

Fuente: noticiasdelaciencia.com

viernes, 23 de diciembre de 2011

El timo de Piltdown: Las cuatro decadas del engaño más grande de la paleoantropología


Durante cuarenta años fue la joya de la corona del londinense Museo de Historia Natural y quienes hasta él se acercaban creían contemplar al eslabón perdido, ese que habría marcado, siguiendo postulados darwinistas, el salto cualitativo entre el hombre y el mono.

Y era hombre, sí, y también simio. En concreto mitad -su cráneo- hombre, mitad -su mandíbula- orangután. Una genial falsificación que convirtió al Hombre de Piltdown en el timo de Piltdown.

Hace 58 años que el engaño salió oficialmente a la luz, pero el pub que en 1938 abrió sus puertas con el mismo nombre -Piltdown Man- que hizo célebre al pequeño pueblo al este de Sussex sigue homenajeando al hombre primitivo que no fue y, junto a él, a todos los que, de forma consciente o inconsciente, participaron en el engaño. Y no es para menos. Ellos hicieron que, durante cuarenta años, la cuna de la civilización estuviera allí, en su querido Piltdown.

Todo comenzó en 1908. El arqueólogo aficionado Charles Dawson aseguró haber recibido un fragmento de cráneo encontrado en una cantera de Piltdown.

Cuatro años -y muchas excavaciones y estudios- después, en 1912, el propio Dawson y el eminente paleontólogo del Museo Británico Smith Woodward presentaban ante la Sociedad Geológica de Londres el hallazgo: el cráneo que representaba el eslabón perdido. Un gran cerebro en una calavera aparentemente humana pero con rasgos simiescos.

Aunque los primeros escépticos -el paleontólogo francés Marcellin Boule y el británico David Waterson- aparecieron casi de forma paralela al Hombre de Piltdown y señalaron la combinación de dos especies -humano y simio-, el recién llegado Eoanthropus dawsonii (en memoria de su descubridor), convenció a suficientes miembros de la comunidad científica como para ser estudiado y expuesto en el Museo de Historia.

Quizá tratando de refrendar su descubrimiento, Dawson aseguró en 1915 haber encontrado otro yacimiento con restos similares a unas dos millas de Piltdown. Si era cierto o no nunca se sabrá porque Dawson murió en 1916, ajeno a las sorpresas que su criatura habría de dar más tarde.
Tampoco pudo presenciar Dawson el homenaje que los arqueólogos británicos le rindieron en 1938 y del que todavía se conserva el monolito que señala el lugar en el que ‘nació’ el primer hombre.

Entre homenajes e interrogantes llegamos a 1953. Aquel año el Museo se vio obligado a reconocer lo que muchos habían asegurado años atrás y que la revista Time publicaba ya como una certeza: el hombre de Piltdown no era más que la unión de un cráneo humano de la época medieval con una mandíbula de orangután y el diente fósil de un chimpancé.

Un baúl en el ático

Su creador había limado las partes del diente que evidenciaban su procedencia simiesca para conferir un toque humano al engaño y había utilizado un tinte para lograr el color ferruginoso de la muestra que hizo pensar a los científicos en una antigüedad superior a la real. Les habían colado un gol. Pero ¿quién?

Las primeras teorías apuntaron directamente al propio Dawson, y no solo porque estuviera muerto y, por tanto, sin capacidad de réplica, sino porque al parecer no era la primera vez que hacía trampas, y así lo prueba el estudio detallado de su currículum, que más tarde hizo el arqueólogo de la Universidad de Bournemouth, Miles Russell.

¿Fue Dawson el malo o fue víctima de una trampa?, ¿actuó solo o tuvo cómplices?... Demasiadas preguntas como para contentarse con un solo culpable. Así que se buscaron más. ¿Por qué no Grafton Elliot Smith, un anatomista australiano que anhelaba el cargo de Woodward en el Museo? También pudo ser William Sollas, un catedrático de Geología que envidiaba profesionalmente a Woodward, o el sacerdote Teilhard de Chardin, un jesuita experto en antropología que participó en las excavaciones. ¿Y por qué no Hinton, uno de los conservadores del Museo en la sección de Zoología? Posible teniendo en cuenta que en el ático del Museo se encontró un baúl con las iniciales de Hinton y en él materiales teñidos exactamente igual que los restos de Piltdown.

¿Y si el encargado de fabricar el engaño no hubiera sido otro que un hombre amante de la aventura, del misterio y de la naturaleza, con una imaginación a prueba de balas y con motivos -cierta desavenencia con la clase científica- para alegrarse de un fracaso tan sonado? Pues sí, el creador de Sherlock Holmes y de El mundo perdido, Arthur Conan Doyle, también fue acusado de haber perpetrado el ‘crimen de Piltdown’.

Pasado el tiempo, lo único que queda es el hombre que no fue, al que el Museo de Historia no dudó en exhibir en noviembre de 2003, cuando se cumplían 50 años de su descubrimiento. Solo él podría decir quién lo trajo al mundo. Pero los esqueletos -de chimpancé, de humano o de orangután- no hablan. “Elemental”, diría Conan Doyle.


Titulo original: El timo de Piltdown: el engaño más sonado de la paleoantropología

Fuente:intereconomia.com

viernes, 9 de diciembre de 2011

'Colchones' con repelente de insectos de hace 77.000 años

Fragmento del colchón vegetal fosilizado de la Media Edad de Piedra. | 'Science'

Un equipo internacional de arqueólogos ha descubierto en un asentamiento de la Edad de Piedra, a unos 40 kilómetros de la ciudad sudafricana de Durban, lo que parece ser la evidencia más antigua de un colchón, que fue hecho por los humanos modernos que habitaron en la cueva hace 77.000 años.

El lecho, según publican los investigadores esta semana en la revista 'Science', estuvo hecho con plantas que se caracterizan porque ayudan a repeler los insectos, lo que indicaría que aquellos primitivos 'Homo sapiens' de África del sur ya tenían comportamientos muy modernos.

Los investigadores, dirigidos por Lyn Wadley, de la Universidad del Witwatersrand (Johannesburgo) encontraron los restos en las excavaciones que, desde 1998, llevan a cabo en el abrigo rocoso de Sibudu, a unos 15 kilómetros del Océano Índico. Había, al menos, 15 capas diferentes con 'colchones' realizados prensando plantas, superpuestas en el lugar hace entre 77.000 y 38.000 años.

Para elaborarlo, aquellos 'sapiens' fueron amontonando capas de pocos centímetros con semillas, hojas de juncias y juncos, que se extendían desde uno a tres metros cuadrados. Incluso se han podido diferenciar los diferentes tipos de especies vegetales utilizadas. Las hojas, según la botánica Marion Bamford, son mayoritariamente de un árbol de la especie 'Cryptocarya woodii', que en su composición tiene sustancias insecticidas.

Yaciemiento de Sibudi, en Sudáfrica, durante la última campaña de excacavaciones. | 'Science

"El hecho de que las seleccionaran indica que aquellos habitantes primitivos de Sibudu ya conocían las aplicaciones medicinales de plantas de su entorno. Esas medicinas naturales les dieron ventaja en cuanto a la salud humana. Usar repelentes de insectos nos da una nueva dimensión del comportamiento humano primitivo", ha declarado.

Se cree que las juncias fueron recogidas de un río que pasaba ya entonces cerca del refugio, el uThongathi River. Wadley apunta que, aunque el lecho no se usara para dormir, si era una superficie mucho más cómoda para vivir y trabajar que el duro suelo.

El análisis microscópico ha revelado también que el lecho fue restaurado en varias ocasiones y que hace 73.000 años lo quemaban, de cuando en cuando, presumiblemente para acabar con plagas de insectos y con la suciedad que se acumulaba. "Lo quemaban para eliminar parásitos, lo que supone un nuevo uso del fuego por parte de la especie humana", destacan los arqueólogos. De hecho, el lecho está en el mismo nivel que restos de hogueras y montones de ceniza.

A partir de hace 58.000 años, el número de 'colchones', hogueras y de montones de ceniza es mucho mayor, lo que se interpreta como un aumento del número de habitantes en el refugio y en general en África.

Los arqueólogos recuerdan que hace unos 50.000 años, los seres humanos modernos comenzaron a salir del continente, si bien últimos hallazgos los sitúan en la Península Arábiga miles de años antes.

En todo caso, este hallazgo adelanta hasta 50.000 años la fabricación de las primeras esteras para dormir y en el lugar donde se han descubierto otros de gran importancia, como las conchas marinas perforadas, huesos afilados en punta, utilizados para la caza, e incluso algunas evidencias del posible uso de arcos y flechas, trampas y pegamento para las herramientas. En Ciudad del Cabo, no muy lejos, también se encontró lo que sería el primer taller de arte de la Humanidad, como se ha publicado recientemente.

Contacte con el autor del artículo vía Twitter. @Rosa M. Tristan

Fuente: www.elmundo.es

La vida en la prehistoria, más accesible

Excavaciones en el yacimiento bugalés de Atapuerca

Nuevo descubrimiento en el entorno de la sierra burgalesa de Atapuerca que a buen seguro aportará numerosos e importantes datos sobre nuestros antepasados y sobre la evolución humana. Y es que, acaban de localizar hasta 180 yacimientos prehistóricos que permitirán seguir avanzando profundamente en el conocimiento del ser humano. No ha sido flor de un día, sino un arduo trabajo de prospección durante los últimos siete años, del que ahora se empiezan a recoger sus frutos.

Una idea que surgió al ver la gran cantidad de ocupaciones de homínidos en las cuevas de Atapuerca desde hace un millón de años. El reto era saber cómo vivían esos homínidos y cómo se desplazaban fuera de las cuevas, porque era en el exterior donde cazaban y buscaban comida y agua.

¿Restos neandertales?

De todos estos yacimientos encontrados, todos ellos al aire libre, una treintena de ellos son de origen neandertal, una asignatura hasta ahora pendiente en la sierra burgalesa de Atapuerca. Si bien, según explica a la agencia Efe la doctora en Prehistoria, Marta Navazo, es difícil que se puedan encontrar restos de neandertales por la situación de estos yacimientos. Aunque la esperanza es lo último que se pierde.

Al respecto, cabe señalar que el Museo de la Evolución Humana está acogiendo con una gran aceptación una muestra de flora, fauna y otros elementos del yacimiento. cerca de ocho mil personas personas han visitado ya la exposición que lleva por título «Neandertales, desde Iberia hasta Siberia», que tiene como objetivo dar una imagen actual y ajustada de esta especie humana fósil con características anatómicas únicas en el árbol evolutivo de la humanidad.

Por otra parte, la directora destaca la importancia de que las administraciones sigan colaborando para proseguir con las investigaciones y poder continuar dando a conocer a la sociedad los importantes hallazgos que se han encontrado, se encuentran y se encontrarán en el futuro en el entorno de este lugar, declarado Patrimonio de la Humanidad. «Las investigaciones de campo dependen de las ayudas de las administraciones», señala, tras poner como ejemplo el trabajo que ella misma puede realizar una cueva del norte de Burgos y que sin ayudas sería imposible.

Fuente: www.larazon.es

martes, 6 de diciembre de 2011

Hallan las herramientas más antiguas del Homo sapiens en el sur de Arabia



Los arqueólogos, encontraron más de un centenar de yacimientos con utensilios elaborados por la tecnología denominada “Nubia de la Media Edad de Piedra”.

Un equipo de arqueólogos y geólogos ha encontrado en las Montañas Dhofar, Omán, frontera con Yemen, miles de piezas líticas que, según aseguran, fueron realizadas por miembros de la especie Homo sapiens hace más de 100 mil años.

Los investigadores, liderados por Jeffrey Rose, de la Universidad de Birmingham, encontraron más de un centenar de yacimientos con utensilios elaborados por la tecnología denominada “Nubia de la Media Edad de Piedra”.

Esta técnica, conocida por otros yacimientos a lo largo del valle del Nilo, nunca se había encontrado fuera de África, según destacan los investigadores en un artículo publicado en la revista PLoS One esta semana.

Para datar los yacimientos, utilizaron la moderna técnica de la Luminiscencia Ópticamente Estimulada, que determinó que tenían al menos 106 mil años de antigüedad. Es una fecha bastante anterior a la que se maneja con datos genéticos, que apunta que la dispersión de la especie humana fuera de África ocurrió hace entre 70 mil y 40 mil años.

Parte del trabajo consistió en determinar qué había en esta zona en aquel periodo, dado que algunos asentamientos están a más de 100 kilómetros de la costa. Los restos de animales y flora encontrados apuntan que era mucho menos seca que ahora.

“Era un paraíso verde rico en agua fresca, antílopes y buenas rocas de pedernal para hacer herramientas”, señala un investigador, quien considera más que probable que los cazadores se aventuraran más allá de su tierra conocida en busca de alimento.

No está claro si estos grupos son los que luego viajaron hacia Asia o si acabaron por volver a África cuando el clima empeoró.

Fuente: www.a7.com.mx

domingo, 4 de diciembre de 2011

El rastro de piedra de los primeros 'sapiens' emigrantes

Algunas de las herramientas atribuidas a 'Homo sapiens' en Omán. | 'PLUS ONE'

El hallazgo de un buen número de herramientas de piedra en el Sultanato de Omán, en la esquina sudeste de la Península Arábiga, ha revelado pistas de la que podría ser la primera salida de los humanos modernos que emigraron de África buscando nuevas tierras.

Un equipo de arqueólogos y geólogos ha encontrado, en las Montañas Dhofar, miles de piezas líticas que, según aseguran, fueron realizadas por miembros de la especie 'Homo sapiens' hace más de 100.000 años. En total, los investigadores, liderados por Jeffrey Rose, de la Universidad de Birmingham, encontraron más de un centenar de yacimientos con utensilios elaborados por la tecnología denominada 'Nubia de la Media Edad de Piedra'(MSA, por sus siglas en inglés).

Esta técnica, conocida por otros yacimientos a lo largo del valle del Nilo, nunca se había encontrado fuera de África, según destacan los investigadores en un artículo publicado en 'PLoS One' esta semana, por lo que se convierte en la primera evidencia de este viaje.

Para datar los yacimientos, utilizaron la moderna técnica de la Luminiscencia Ópticamente Estimulada (OSL), que determinó que tenían al menos 106.000 años de antigüedad. Es una fecha bastante anterior a la que se maneja con datos genéticos, que apunta que la dispersión de nuestra especie fuera del continente africano ocurrió hace entre 70.000 y 40.000 años.

Parte del trabajo consistió en determinar que había en esta zona, hoy totalmente desértica, en aquel lejano periodo, dado que algunos asentamientos están a más de 100 kilómetros de la costa. Los restos de animales y flora encontrados apuntan que era mucho menos seca que ahora. Han averiguado que había grandes corredores con pastos en los que abundaban los herbívoros.

"Era un paraíso verde rico en agua fresca, antílopes y buenas rocas de pedernal para hacer herramientas", señala Rose, que atiende a ELMUNDO.es desde Indonesia, donde está pasando unas vacaciones. Por ello, considera más que probable que los cazadores se aventuraran más allá de su tierra conocida en busca de alimento. Los que vivían más cerca de la costa, además podían aprovechar los recursos marinos.

No está claro si estos grupos son los que luego viajaron hacia Asia o si acabaron por volver a África cuando el clima empeoró. "Esa es la pregunta del millón", nos dice Rose, que seguirá investigando en la zona.

Investigadores españoles han puesto en duda estas conclusiones. "La datación no se ha hecho en el mismo lugar donde se encontraron las piezas a las que hacen referencia, así que no sabemos cómo han llegado a estas conclusiones", afirma el arqueólogo Manuel Domínguez-Rodrigo, que dirige un proyecto de investigación sobre evolución humana en la Garganta de Olduvai (Tanzania).

Fuente: elmundo.es