El Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh) explora los restos de dos culturas del Paleolítico Inferior que se asentaron en la cuenca de Ain Beni Matar, cerca de la ciudad de Uchda (en el noreste de Marruecos, próxima a Argelia, a unos 150 kilómetros de Melilla). En este emplazamiento, que cuando llegaron los homínidos estaba compuesto de un paisaje con ríos más caudalosos que los actuales y con una mayor pluviosidad, se desarrollaron las culturas odulvayense y achelense, industrias caracterizadas por el uso de cantos tallados y bifaces, respectivamente, y de las que se cree que una sucedió a la otra cronológicamente.
Por primera vez, el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh), que tiene su sede en Burgos, ha aterrizado en este yacimiento marroquí, poco conocido hasta la fecha, y del que se pretende extraer, en años sucesivos, información sobre ambas culturas y la importancia que tuvieron los asentamientos del norte de África para comprender lo que sucedió posterior y paralelamente en Europa Occidental.
“África es la cuna de la Humanidad y el Cenieh, en su carácter investigador, no solo tiene interés en conocer lo que sucedió en Atapuerca, al que está necesariamente vinculado, sino también en otros puntos de Europa y África, especialmente en Magreb y África del Este”, relata en declaraciones a DiCYT Alfredo Pérez-González, reponsable del equipo investigador destacado del Cenieh en Marruecos. El grupo acaba de regresar, el mes pasado, de Uchda (también conocida como Oujda, por su denominación en francés) y espera publicar los primeros resultados de sus trabajos de datación en pocos meses.
Al frente de toda la investigación geoarqueológica, que se encuentra en sus primeras fases, está Robert Sala de la Universidad Rovira i Virgili, que hace unos años se unió al Cenieh. Además, la participación del Iphes (Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social), que dirige Eudald Carbonell, juega un papel fundamental en la investigación. El Centre Universitaire de Recherches en Archèologie de la Université Mohamed I de Uchda es el anfitrión de esta comunidad de investigadores en la evolución humana.
La cuenca de Ain Beni Matar es “un conjunto de yacimientos en terrazas fluviales” con dos tipos de industrias presentes, la achelense (que en líneas generales, va desde 1’6 millones de años a 100.000 años del momento presente según regiones) y otra más antigua, de Modo I atribuible en principio a la cultura oltuvayense (de 2’6 millones de años a un millón de años antes de la actualidad, también según la zona). “Estas secuencias sedimentarias son más complejas y podríamos hablar de que pueden estar por encima de los dos millones de años”, comenta Pérez-González.
Datación
La principal labor de este grupo es “datar estos yacimientos”, lo que permitiría tener una composición temporal de diferentes acontecimientos de la evolución humana. En esta labor se encuentran el español Josep Maria Parés, el francés Matthieu Duval y el británico Lee Arnold. Duval trabaja con una tecnología denominada de resonancia paramagnética, mientras que Arnols lo hace con luminescencia.
La historia del yacimiento no tiene más allá de un lustro de edad. Por esta razón, existen pocos trabajos en torno a Ain Beni Matar. Sin embargo, Marruecos y el Magreb en su conjunto es una región que ha ofrecido una cantidad estimable de testimonios de cómo se comportaron nuestros antecesores a partir de otros yacimientos. En un primer estadio, los investigadores del Cenieh y de la universidad de Uchda, de la mano de Robert Sala, han estudiado los niveles del yacimiento valiéndose de magnetoestratigrafía. Fue el primer trabajo conjunto de los anfitriones con el grupo español. Estos trabajos pretenden “datar los niveles con la mayor precisión posible”. Según explica Pérez-González, la magnetoestratigrafía es un método que se sirve de los cambios en la polaridad del planeta para datar restos. “Hace un tiempo, los vectores magnéticos mostraban una orientación diferente a la actual, por lo que tratamos de conocer la orientación de determinadas partículas para, según los flujos magnéticos que han ocurrido en el planeta, saber su orientación y determinar, a partir de este dato, su antigüedad”.
En estos momentos, los investigadores ya tienen la secuencia de la estratigrafía, que va a ser publicada en breve. “Los trabajos arqueológicos requieren un tiempo de investigación más largo que otras disciplinas. Es necesario que pasen entre dos y cuatro años para que todo empiece a rodar”, comenta el investigador. Por este motivo, además de los estudios estratigráficos, los resultados de las excavaciones arqueológicas realizadas sobre el terreno tardarán más en ser conocidos por la comunidad científica y la opinión pública. Pérez-González estima que los primeros resultados se harán públicos a partir de 2012.
Geocronología
El equipo de Geoarqueología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana ha procedido en Ain Beni Matar al análisis de los procesos de la formación del yacimiento, principalmente, en lo referido al análisis del paisaje físico y el proceso de sedimentación del yacimiento. “A partir de estos datos es cuando razonablemente se introducen otras técnicas de datación numérica”, explica Pérez-González. En otras palabras, los científicos parten del paisaje actual para intentar recrear el que conocieron esas poblaciones ancestrales. El paisaje actual es, en buena medida, heredero del anterior, formado en millones de años y del que siempre se conservan restos de los paisajes antiguos. Los expertos saben que, aunque ahora sea semiárido, las condiciones en la época de desarrollo de esas culturas eran más benignas, con ríos más caudalosos y mayor frecuencia en la lluvia. Estos métodos geológicos tienen en cuenta el análisis de los medios sedimentarios del lugar. “Cada proceso deja unos sedimentos determinados, y no son iguales los glaciares, que los fluviales, por ejemplo”.
En todo caso, la investigación en Marruecos no comenzó in situ, sino en los laboratorios del Cenieh. Por medio de fotografías aéreas y con análisis estereoscópicos, se estudió el terreno y se abordó su estructura: cómo se originaban las formaciones por la acción de diferentes fuerzas, como el río que da nombre al lugar, en este caso. Con mapas topográficos se realizó una labor de fotointerpretación del lugar. La última misión, en marzo, comenzó la recogida de muestras para realizar la datación.
Tras la prospección y el reconocimiento fotogeológico, después de la fijación de los objetivos de la misión, en estos momentos, los investigadores tratan de establecer la edad del yacimiento. Esta información podrá esclarecer un periodo de la evolución humana y cultural que no solo compete a África, sino también a Europa occidental.
Relación entre olduvayense y achalense
El Cenieh está presente en otros tres yacimientos africanos. Uno de ellos es histórico, del de Olduvai, que da nombre a una cultura. Situado al norte de Tanzania, cerca del Parque Nacional del Serengueti, las primeras excavaciones fueron llevados a cabo en los años 50 por el matrimonio británico formado por Louis y Mary Leakey. Los depósitos más antiguos de la garganta de Orduvay datan de algo más de dos millones de años y contienen industrias en piedra en la Capa I que reciben el nombre de Olduvayense (o modo I). Este tipo de industrias aparece (hace ya 2’6 millones de años) junto con formas primitivas de un homínido -Paranthropus boisei-. En la Capa II aparecen también industrias de tradición achelense (bifaces) en una cronología estimada entre 1’7 y 1’2 millones de años.
Manuel Santonja, del Cenieh, responsable de la parte del yacimiento denominada TK, en el que colaboran investigadores locales de la Universidad de Dar es Salaam, estima que el trabajo que dirige “se encuentra en etapas muy iniciales” ya que estudian el proceso de formación del yacimiento. El trabajo está encaminado a conocer las relaciones entre las culturas, una (la achelense), relacionada con Homo ergaster, más evolucionada que la otra, del parántropo. “Hemos sido propensos a teorías lineales y la evolución pudo haber sido más compleja”.
Cuatro yaciemientos argelinos
La colaboración entre la Rovira i Virgili y el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana abarca más países magrebíes que Marruecos. Concretamente, ambas instituciones están realizando trabajos de investigación geoarqueológica y de paleomagnetismo en cuatro yacimientos argelinos claves para conocer la paleoeconomía y las migraciones de los grupos humanos en el norte de África durante el Pleistoceno Inferior (hace más de 780.000 años).
Los cuatro yacimientos investigados, algunos de ellos próximos entre sí, contienen industrias líticas muy antiguas. En Argelia Oriental, próximo a la ciudad de El Eulma, se encuentra el complejo industrial olduvayense de Ain El Hanech, que tiene una antigüedad de algo más de 1’8 millones de años; y alrededor de 100 kilómetros al sur, en la parte occidental de los montes de Bellezna, se encuentran dos yacimientos achelenses, conocidos como NGaous y Séfiane. Errayah es otro yacimiento achelense situado en el litoral mediterráneo, al este de Orán.
Mediante los trabajos de campo, que están coordinados por el investigador del Cenieh Mohamed Sahnouni, científico que se ha incorporado al Cenieh tras 15 en Estados Unidos, se ha hallado industria de bifaces tallados en caliza mesozoica en los yacimientos de terrazas travertínicas de Séfiane y NGaous, y en cuarcita en el depósito arenoso fluvial de Errayah.
Los estudios geológicos, geomorfológicos y edáficos realizados indican que muy probablemente nos encontramos con yacimientos achelenses del principio del Pleistoceno Medio e inclusive, como es el caso de Errayah, con cronologías superiores a un millón de años, lo que situaría a este yacimiento en la Capa II (1’75-1’2 millones de años) de la Garganta de Olduvai (Tanzania), con Homo habilis y con uno de los restos más antiguos conocidos del achelense.
Zona rica en yacimientos
Mieso, en Etiopía, está situada en la rica región de yacimientos del Triángulo de Far. El Cenieh está allí desde 2005 y colabora con el University College de Londres y la Universidad Autónoma de Barcelona. “Es un valle inexplorado, en el que realizamos trabajos de catalogación, a partir de datos de GPS, para posteriormente, en los lugares más prometedores, realizar la recolección”, describe Alfonso Benito, responsable del Cenieh en la zona.
El trabajo de Alfonso Benito consiste en identificar la posición de los yacimientos dentro de la secuencia estratigráfica, para de este modo conocer su cronología en función de los estratos donde se encuentran, así como determinar las características de los sedimentos que ayudan a comprender cómo se formaron dichos yacimientos. El experto estima que las primeras dataciones pueden ser publicadas a lo largo de 2011.
Por los materiales encontrados: detríticos (arenosos y arcillosos), carbonatados, así como ceniza volcánica, se puede llegar a la conclusión de que este valle, durante el Pleistoceno Medio, era una llanura por la que discurrían cursos de agua que dejaban sedimentos detríticos, con pequeñas charcas y lagunas donde precipitaban carbonatos; y donde esporádicamente se producían erupciones volcánicas. Estos indicios permitirán en la campaña de 2011 la recogida de muestras.
“África es la cuna de la Humanidad y el Cenieh, en su carácter investigador, no solo tiene interés en conocer lo que sucedió en Atapuerca, al que está necesariamente vinculado, sino también en otros puntos de Europa y África, especialmente en Magreb y África del Este”, relata en declaraciones a DiCYT Alfredo Pérez-González, reponsable del equipo investigador destacado del Cenieh en Marruecos. El grupo acaba de regresar, el mes pasado, de Uchda (también conocida como Oujda, por su denominación en francés) y espera publicar los primeros resultados de sus trabajos de datación en pocos meses.
Al frente de toda la investigación geoarqueológica, que se encuentra en sus primeras fases, está Robert Sala de la Universidad Rovira i Virgili, que hace unos años se unió al Cenieh. Además, la participación del Iphes (Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social), que dirige Eudald Carbonell, juega un papel fundamental en la investigación. El Centre Universitaire de Recherches en Archèologie de la Université Mohamed I de Uchda es el anfitrión de esta comunidad de investigadores en la evolución humana.
La cuenca de Ain Beni Matar es “un conjunto de yacimientos en terrazas fluviales” con dos tipos de industrias presentes, la achelense (que en líneas generales, va desde 1’6 millones de años a 100.000 años del momento presente según regiones) y otra más antigua, de Modo I atribuible en principio a la cultura oltuvayense (de 2’6 millones de años a un millón de años antes de la actualidad, también según la zona). “Estas secuencias sedimentarias son más complejas y podríamos hablar de que pueden estar por encima de los dos millones de años”, comenta Pérez-González.
Datación
La principal labor de este grupo es “datar estos yacimientos”, lo que permitiría tener una composición temporal de diferentes acontecimientos de la evolución humana. En esta labor se encuentran el español Josep Maria Parés, el francés Matthieu Duval y el británico Lee Arnold. Duval trabaja con una tecnología denominada de resonancia paramagnética, mientras que Arnols lo hace con luminescencia.
La historia del yacimiento no tiene más allá de un lustro de edad. Por esta razón, existen pocos trabajos en torno a Ain Beni Matar. Sin embargo, Marruecos y el Magreb en su conjunto es una región que ha ofrecido una cantidad estimable de testimonios de cómo se comportaron nuestros antecesores a partir de otros yacimientos. En un primer estadio, los investigadores del Cenieh y de la universidad de Uchda, de la mano de Robert Sala, han estudiado los niveles del yacimiento valiéndose de magnetoestratigrafía. Fue el primer trabajo conjunto de los anfitriones con el grupo español. Estos trabajos pretenden “datar los niveles con la mayor precisión posible”. Según explica Pérez-González, la magnetoestratigrafía es un método que se sirve de los cambios en la polaridad del planeta para datar restos. “Hace un tiempo, los vectores magnéticos mostraban una orientación diferente a la actual, por lo que tratamos de conocer la orientación de determinadas partículas para, según los flujos magnéticos que han ocurrido en el planeta, saber su orientación y determinar, a partir de este dato, su antigüedad”.
En estos momentos, los investigadores ya tienen la secuencia de la estratigrafía, que va a ser publicada en breve. “Los trabajos arqueológicos requieren un tiempo de investigación más largo que otras disciplinas. Es necesario que pasen entre dos y cuatro años para que todo empiece a rodar”, comenta el investigador. Por este motivo, además de los estudios estratigráficos, los resultados de las excavaciones arqueológicas realizadas sobre el terreno tardarán más en ser conocidos por la comunidad científica y la opinión pública. Pérez-González estima que los primeros resultados se harán públicos a partir de 2012.
Geocronología
El equipo de Geoarqueología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana ha procedido en Ain Beni Matar al análisis de los procesos de la formación del yacimiento, principalmente, en lo referido al análisis del paisaje físico y el proceso de sedimentación del yacimiento. “A partir de estos datos es cuando razonablemente se introducen otras técnicas de datación numérica”, explica Pérez-González. En otras palabras, los científicos parten del paisaje actual para intentar recrear el que conocieron esas poblaciones ancestrales. El paisaje actual es, en buena medida, heredero del anterior, formado en millones de años y del que siempre se conservan restos de los paisajes antiguos. Los expertos saben que, aunque ahora sea semiárido, las condiciones en la época de desarrollo de esas culturas eran más benignas, con ríos más caudalosos y mayor frecuencia en la lluvia. Estos métodos geológicos tienen en cuenta el análisis de los medios sedimentarios del lugar. “Cada proceso deja unos sedimentos determinados, y no son iguales los glaciares, que los fluviales, por ejemplo”.
En todo caso, la investigación en Marruecos no comenzó in situ, sino en los laboratorios del Cenieh. Por medio de fotografías aéreas y con análisis estereoscópicos, se estudió el terreno y se abordó su estructura: cómo se originaban las formaciones por la acción de diferentes fuerzas, como el río que da nombre al lugar, en este caso. Con mapas topográficos se realizó una labor de fotointerpretación del lugar. La última misión, en marzo, comenzó la recogida de muestras para realizar la datación.
Tras la prospección y el reconocimiento fotogeológico, después de la fijación de los objetivos de la misión, en estos momentos, los investigadores tratan de establecer la edad del yacimiento. Esta información podrá esclarecer un periodo de la evolución humana y cultural que no solo compete a África, sino también a Europa occidental.
Relación entre olduvayense y achalense
El Cenieh está presente en otros tres yacimientos africanos. Uno de ellos es histórico, del de Olduvai, que da nombre a una cultura. Situado al norte de Tanzania, cerca del Parque Nacional del Serengueti, las primeras excavaciones fueron llevados a cabo en los años 50 por el matrimonio británico formado por Louis y Mary Leakey. Los depósitos más antiguos de la garganta de Orduvay datan de algo más de dos millones de años y contienen industrias en piedra en la Capa I que reciben el nombre de Olduvayense (o modo I). Este tipo de industrias aparece (hace ya 2’6 millones de años) junto con formas primitivas de un homínido -Paranthropus boisei-. En la Capa II aparecen también industrias de tradición achelense (bifaces) en una cronología estimada entre 1’7 y 1’2 millones de años.
Manuel Santonja, del Cenieh, responsable de la parte del yacimiento denominada TK, en el que colaboran investigadores locales de la Universidad de Dar es Salaam, estima que el trabajo que dirige “se encuentra en etapas muy iniciales” ya que estudian el proceso de formación del yacimiento. El trabajo está encaminado a conocer las relaciones entre las culturas, una (la achelense), relacionada con Homo ergaster, más evolucionada que la otra, del parántropo. “Hemos sido propensos a teorías lineales y la evolución pudo haber sido más compleja”.
Cuatro yaciemientos argelinos
La colaboración entre la Rovira i Virgili y el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana abarca más países magrebíes que Marruecos. Concretamente, ambas instituciones están realizando trabajos de investigación geoarqueológica y de paleomagnetismo en cuatro yacimientos argelinos claves para conocer la paleoeconomía y las migraciones de los grupos humanos en el norte de África durante el Pleistoceno Inferior (hace más de 780.000 años).
Los cuatro yacimientos investigados, algunos de ellos próximos entre sí, contienen industrias líticas muy antiguas. En Argelia Oriental, próximo a la ciudad de El Eulma, se encuentra el complejo industrial olduvayense de Ain El Hanech, que tiene una antigüedad de algo más de 1’8 millones de años; y alrededor de 100 kilómetros al sur, en la parte occidental de los montes de Bellezna, se encuentran dos yacimientos achelenses, conocidos como NGaous y Séfiane. Errayah es otro yacimiento achelense situado en el litoral mediterráneo, al este de Orán.
Mediante los trabajos de campo, que están coordinados por el investigador del Cenieh Mohamed Sahnouni, científico que se ha incorporado al Cenieh tras 15 en Estados Unidos, se ha hallado industria de bifaces tallados en caliza mesozoica en los yacimientos de terrazas travertínicas de Séfiane y NGaous, y en cuarcita en el depósito arenoso fluvial de Errayah.
Los estudios geológicos, geomorfológicos y edáficos realizados indican que muy probablemente nos encontramos con yacimientos achelenses del principio del Pleistoceno Medio e inclusive, como es el caso de Errayah, con cronologías superiores a un millón de años, lo que situaría a este yacimiento en la Capa II (1’75-1’2 millones de años) de la Garganta de Olduvai (Tanzania), con Homo habilis y con uno de los restos más antiguos conocidos del achelense.
Zona rica en yacimientos
Mieso, en Etiopía, está situada en la rica región de yacimientos del Triángulo de Far. El Cenieh está allí desde 2005 y colabora con el University College de Londres y la Universidad Autónoma de Barcelona. “Es un valle inexplorado, en el que realizamos trabajos de catalogación, a partir de datos de GPS, para posteriormente, en los lugares más prometedores, realizar la recolección”, describe Alfonso Benito, responsable del Cenieh en la zona.
El trabajo de Alfonso Benito consiste en identificar la posición de los yacimientos dentro de la secuencia estratigráfica, para de este modo conocer su cronología en función de los estratos donde se encuentran, así como determinar las características de los sedimentos que ayudan a comprender cómo se formaron dichos yacimientos. El experto estima que las primeras dataciones pueden ser publicadas a lo largo de 2011.
Por los materiales encontrados: detríticos (arenosos y arcillosos), carbonatados, así como ceniza volcánica, se puede llegar a la conclusión de que este valle, durante el Pleistoceno Medio, era una llanura por la que discurrían cursos de agua que dejaban sedimentos detríticos, con pequeñas charcas y lagunas donde precipitaban carbonatos; y donde esporádicamente se producían erupciones volcánicas. Estos indicios permitirán en la campaña de 2011 la recogida de muestras.
Fuente:agenciasinc.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario