Juan Luis Arsuaga recuerda que somos «la consecuencia del juego de especies» y que la clave de nuestro éxito es que «hemos desarrollado sociedades muy complejas»
Juan Luis Arsuaga posa delante de un panel de la exposición 'La aventura de la Prehistoria en Gipuzkoa', en el Museo San Telmo, en San Sebastián./ Lobo Altuna
Juan Luis Arsuaga posa delante de un panel de la exposición 'La aventura de la Prehistoria en Gipuzkoa', en el Museo San Telmo, en San Sebastián./ Lobo Altuna
Juan Luis Arsuaga todavía se emociona cuando en una excavación desentierra un hueso. La última vez fue el pasado verano, con los dientes de leche de una niña neandertal. «Si, en el yacimiento en que estoy, sale un diente de rinoceronte, me pongo como una moto», dice el codirector de Atapuerca. Hace unos días, abrió en San Sebastián las XII Jornadas de Arqueología de Aranzadi, sociedad a la que se unió en su época de estudiante en Bilbao.
-¿Cómo le explicaría a un niño de dónde venimos?
-¿Puedo contar un chiste?
-Sí.
Un niño le pregunta a su padre: «¿De dónde venimos?». El padre le dice: «Al principio, eramos monos y estábamos en África. Vivíamos en los árboles, pero bajamos para vivir en la sabana. Luego, salimos de África y fuimos a Atapuerca. Después, inventamos la agricultura y la ganadería, empezamos a construir casas y todo lo demás...». Entonces, el niño le hace la misma pregunta a su madre, que le dice: «Dios nos creó en el Paraíso y vivíamos allí; pero hubo un problema con una manzana, fuimos expulsados y nos repartimos por el mundo». El niño responde: «Ama, vamos a ver... Aita me ha contado una historia completamente diferente: éramos monos, vivíamos en África, bajamos de los árboles... ». Y la madre le dice: «Mira, hijo, es que tu padre te ha contado la historia de su familia».
-Ja, ja, ja... La de la familia paterna es la historia real.
-Sí, es el relato científico, la historia real. La ciencia se ocupa de averiguar cómo funciona el mundo, de dar explicaciones naturales a lo que pasa en el mundo material.
-¿Cómo casa eso con la pretensión de que un descendiente de esos monos que bajaron del árbol recibió una especie de chispazo divino para convertirse en lo que somos, que es lo que mantiene la Iglesia católica?
-No está mal. Es un avance. Hasta hace no mucho, el relato creacionista decía que Dios había creado las especies tal como son ahora, que eran inmutables. Si ahora el relato religioso admite que ha habido una evolución, y que Dios ha intervenido en algo que es inmaterial y no ha afectado a la biología, estamos ante un creacionismo muy ilustrado.
-Sigue siendo creacionismo.
-Sí, pero, por lo menos, no niega la evidencia. A partir del hecho de que la Tierra es un planeta que gira alrededor de una estrella que está un brazo de una galaxia que es una de tantas, hay gente que quiere ver una trascendencia. Hay quien defiende, por ejemplo, no que la divinidad interviene en la Historia, sino que crea el orden, las propiedades de la materia...
Parientes lejanos
-El linaje de los homínidos es amplio. ¿Por qué hemos sido nosotros los supervivientes?
-Estamos aquí por lo mismo que están los leones y no los esmilodontes, los elefantes y no los mamuts... Somos consecuencia del juego de especies en la biosfera. Lo que tiene la historia es que, cuando se produce un acontecimiento, éste condiciona el futuro. Si se extingue una especie, esa vía se cierra y, a lo mejor, la que sobrevive tiene la posibilidad de crear algo nuevo.
-¿Cuándo situaríamos a nuestro primer antepasado homínido?
-El otro día leí a un paleontólogo una cosa que tiene bastante gracia y que me parece muy acertada. Decía: «La pregunta de cuándo pasamos de ser monos a humanos carece de sentido. Nosotros siempre estuvimos allí». Es cierto: siempre hemos estado ahí.
-Pero hay un momento en el que el mono de la familia paterna baja del árbol.
-Sí, hay un momento en que se separan la línea de los chimpancés y la humana. Eso ocurre entre hace 6 y 7 millones de años en África. Es lo que dice la genética combinada con los fósiles.
-¿Eran bípedos aquellos primeros homínidos?
-Los australopitecos son bídepos; eso está claro. Conocemos bien nuestra historia a partir de los australopitecos, que vivieron entre hace 4,2 y 1,9 millones de años. Antes de ellos, hay una serie de fósiles -"Sahelanthropus", "Orrorin" y "Ardipithecus"- que tienen muy poquito de humanos. De ser bípedos, lo serían ocasionalmente. Son my primitivos. Es lo normal. Los primeros homínidos no tenían que ser muy diferentes del último antepasado común con el chimpancé. -Lucy, que vivió hace 3,2 millones de años y es una australopiteco, era ya bípeda.
-Bípeda obligada: no tenía otro sistema de desplazarse.
-¿Sigue sintiendo algo especial por Lucy?
-Desde 1974, se han descubierto otros fósiles; pero yo suelo recordar eso tan fino que dicen los franceses: «Siempre se vuelve al primer amor». Lucy fue mi primer amor. La examiné para mi tesis. Una día, estaba en Addis Abeba viéndola, era tarde y no había terminado. Los del museo se iban, me dejaron que siguiera y cerrara yo, pero antes me dijeron: «No la lleves tarde a casa».
-¿En qué momento podemos hablar de humanos?
-Hace unos 2 millones de años.
-¿Por qué?
-Aparece "Homo", nuestro género. Seguramente, surge antes, pero no tenemos fósiles. Aunque los australopitecos ya tienen herramientas varios cientos de miles de años antes, "Homo" empieza a parecer otra cosa... Algunos "Homo" son altos y tienen ya un cerebro mucho más grande; otros no.
-¿A qué lo achaca?
-Es nuestro rollo. Desarrollar el cerebro no es, en principio, ninguna garantía de éxito. Los osos, por ejemplo, hibernan. Ése es su rollo. Durante el invierno, ser oso es un trabajo muy difícil porque no hay nada que comer. Entonces, la evolución ha favorecido a los que se pasan el invierno durmiendo. De hecho, hasta hace bastante poco tiempo, había en la Tierra más osos que humanos. Si un extraterrestre hubiera venido entonces, hubiera concluido que ser oso es lo que funciona.
Hombres y hormigas
-¿Pero cuál podría ser la causa de ese desarrollo cerebral que nos diferencia?
-Pues la misma que cualquier otra especialización, que los individuos que la desarrollan tienen éxito, más hijos... Cuando al biólogo inglés John Haldane le preguntaban por Dios, respondía: «De Dios, solo sé una cosa: que le encantan los coleópteros -los escarabajos- porque es el grupo animal con más especies». Yo creo que nuestro cerebro es, básicamente, una herramienta social. La clave de nuestro éxito no es que seamos listos en el sentido ecológico del término, sino que hemos desarrollado sociedades muy complejas.
-¿La clave es el grupo?
-El grupo, la red social.
-Entonces, Internet nos refuerza.
-Sí, claro. Solamente nosotros podíamos crear una cosa así. Ése es nuestro trabajo. El naturalista Edward Wilson dice, y tiene razón, que hay dos especies animales que son los reyes del planeta: en el mundo de lo grande, los humanos; en el de lo pequeño, las hormigas. La biomasa de las hormigas supera la biomasa humana. Wilson destaca que es muy curioso que, en lo pequeño y en lo grande, hayamos triunfado dos especies con sociedades muy complejas, y -esto hay también que tenerlo en cuenta- las hormigas no conocen la palabra paz, están en guerra permanente, como nosotros.
-¿Cuándo alcanzamos la autoconciencia, empezamos a pensar en nosotros?
-¡Eso me gustaría saber a mí! Es muy difícil contestar esa pregunta porque, de momento, no se sabe qué es lo que hace que tengamos conciencia del yo. Somos capaces de imaginarnos situaciones y experimentar cómo nos sentiremos, por ejemplo, si vamos de vacaciones al monte sin haber ido todavía. Ves cómo te sientes si vas. Lo experimentas por adelantado. Te proyectas al futuro. ¡Eso es muy fuerte! ¡Es la leche!
-¿Somos los únicos?
-Sí. Somos los únicos que planificamos.
-¿Los neandertales no tenían esa capacidad?
-Sí, yo creo que sí. Es una cuestión de debate. Yo diría que los restos arqueológicos apuntan a que los neandertales planificaban, pero habría que probarlo científicamente.
-¿Cómo le explicaría a un niño de dónde venimos?
-¿Puedo contar un chiste?
-Sí.
Un niño le pregunta a su padre: «¿De dónde venimos?». El padre le dice: «Al principio, eramos monos y estábamos en África. Vivíamos en los árboles, pero bajamos para vivir en la sabana. Luego, salimos de África y fuimos a Atapuerca. Después, inventamos la agricultura y la ganadería, empezamos a construir casas y todo lo demás...». Entonces, el niño le hace la misma pregunta a su madre, que le dice: «Dios nos creó en el Paraíso y vivíamos allí; pero hubo un problema con una manzana, fuimos expulsados y nos repartimos por el mundo». El niño responde: «Ama, vamos a ver... Aita me ha contado una historia completamente diferente: éramos monos, vivíamos en África, bajamos de los árboles... ». Y la madre le dice: «Mira, hijo, es que tu padre te ha contado la historia de su familia».
-Ja, ja, ja... La de la familia paterna es la historia real.
-Sí, es el relato científico, la historia real. La ciencia se ocupa de averiguar cómo funciona el mundo, de dar explicaciones naturales a lo que pasa en el mundo material.
-¿Cómo casa eso con la pretensión de que un descendiente de esos monos que bajaron del árbol recibió una especie de chispazo divino para convertirse en lo que somos, que es lo que mantiene la Iglesia católica?
-No está mal. Es un avance. Hasta hace no mucho, el relato creacionista decía que Dios había creado las especies tal como son ahora, que eran inmutables. Si ahora el relato religioso admite que ha habido una evolución, y que Dios ha intervenido en algo que es inmaterial y no ha afectado a la biología, estamos ante un creacionismo muy ilustrado.
-Sigue siendo creacionismo.
-Sí, pero, por lo menos, no niega la evidencia. A partir del hecho de que la Tierra es un planeta que gira alrededor de una estrella que está un brazo de una galaxia que es una de tantas, hay gente que quiere ver una trascendencia. Hay quien defiende, por ejemplo, no que la divinidad interviene en la Historia, sino que crea el orden, las propiedades de la materia...
Parientes lejanos
-El linaje de los homínidos es amplio. ¿Por qué hemos sido nosotros los supervivientes?
-Estamos aquí por lo mismo que están los leones y no los esmilodontes, los elefantes y no los mamuts... Somos consecuencia del juego de especies en la biosfera. Lo que tiene la historia es que, cuando se produce un acontecimiento, éste condiciona el futuro. Si se extingue una especie, esa vía se cierra y, a lo mejor, la que sobrevive tiene la posibilidad de crear algo nuevo.
-¿Cuándo situaríamos a nuestro primer antepasado homínido?
-El otro día leí a un paleontólogo una cosa que tiene bastante gracia y que me parece muy acertada. Decía: «La pregunta de cuándo pasamos de ser monos a humanos carece de sentido. Nosotros siempre estuvimos allí». Es cierto: siempre hemos estado ahí.
-Pero hay un momento en el que el mono de la familia paterna baja del árbol.
-Sí, hay un momento en que se separan la línea de los chimpancés y la humana. Eso ocurre entre hace 6 y 7 millones de años en África. Es lo que dice la genética combinada con los fósiles.
-¿Eran bípedos aquellos primeros homínidos?
-Los australopitecos son bídepos; eso está claro. Conocemos bien nuestra historia a partir de los australopitecos, que vivieron entre hace 4,2 y 1,9 millones de años. Antes de ellos, hay una serie de fósiles -"Sahelanthropus", "Orrorin" y "Ardipithecus"- que tienen muy poquito de humanos. De ser bípedos, lo serían ocasionalmente. Son my primitivos. Es lo normal. Los primeros homínidos no tenían que ser muy diferentes del último antepasado común con el chimpancé. -Lucy, que vivió hace 3,2 millones de años y es una australopiteco, era ya bípeda.
-Bípeda obligada: no tenía otro sistema de desplazarse.
-¿Sigue sintiendo algo especial por Lucy?
-Desde 1974, se han descubierto otros fósiles; pero yo suelo recordar eso tan fino que dicen los franceses: «Siempre se vuelve al primer amor». Lucy fue mi primer amor. La examiné para mi tesis. Una día, estaba en Addis Abeba viéndola, era tarde y no había terminado. Los del museo se iban, me dejaron que siguiera y cerrara yo, pero antes me dijeron: «No la lleves tarde a casa».
-¿En qué momento podemos hablar de humanos?
-Hace unos 2 millones de años.
-¿Por qué?
-Aparece "Homo", nuestro género. Seguramente, surge antes, pero no tenemos fósiles. Aunque los australopitecos ya tienen herramientas varios cientos de miles de años antes, "Homo" empieza a parecer otra cosa... Algunos "Homo" son altos y tienen ya un cerebro mucho más grande; otros no.
-¿A qué lo achaca?
-Es nuestro rollo. Desarrollar el cerebro no es, en principio, ninguna garantía de éxito. Los osos, por ejemplo, hibernan. Ése es su rollo. Durante el invierno, ser oso es un trabajo muy difícil porque no hay nada que comer. Entonces, la evolución ha favorecido a los que se pasan el invierno durmiendo. De hecho, hasta hace bastante poco tiempo, había en la Tierra más osos que humanos. Si un extraterrestre hubiera venido entonces, hubiera concluido que ser oso es lo que funciona.
Hombres y hormigas
-¿Pero cuál podría ser la causa de ese desarrollo cerebral que nos diferencia?
-Pues la misma que cualquier otra especialización, que los individuos que la desarrollan tienen éxito, más hijos... Cuando al biólogo inglés John Haldane le preguntaban por Dios, respondía: «De Dios, solo sé una cosa: que le encantan los coleópteros -los escarabajos- porque es el grupo animal con más especies». Yo creo que nuestro cerebro es, básicamente, una herramienta social. La clave de nuestro éxito no es que seamos listos en el sentido ecológico del término, sino que hemos desarrollado sociedades muy complejas.
-¿La clave es el grupo?
-El grupo, la red social.
-Entonces, Internet nos refuerza.
-Sí, claro. Solamente nosotros podíamos crear una cosa así. Ése es nuestro trabajo. El naturalista Edward Wilson dice, y tiene razón, que hay dos especies animales que son los reyes del planeta: en el mundo de lo grande, los humanos; en el de lo pequeño, las hormigas. La biomasa de las hormigas supera la biomasa humana. Wilson destaca que es muy curioso que, en lo pequeño y en lo grande, hayamos triunfado dos especies con sociedades muy complejas, y -esto hay también que tenerlo en cuenta- las hormigas no conocen la palabra paz, están en guerra permanente, como nosotros.
-¿Cuándo alcanzamos la autoconciencia, empezamos a pensar en nosotros?
-¡Eso me gustaría saber a mí! Es muy difícil contestar esa pregunta porque, de momento, no se sabe qué es lo que hace que tengamos conciencia del yo. Somos capaces de imaginarnos situaciones y experimentar cómo nos sentiremos, por ejemplo, si vamos de vacaciones al monte sin haber ido todavía. Ves cómo te sientes si vas. Lo experimentas por adelantado. Te proyectas al futuro. ¡Eso es muy fuerte! ¡Es la leche!
-¿Somos los únicos?
-Sí. Somos los únicos que planificamos.
-¿Los neandertales no tenían esa capacidad?
-Sí, yo creo que sí. Es una cuestión de debate. Yo diría que los restos arqueológicos apuntan a que los neandertales planificaban, pero habría que probarlo científicamente.
Fuente: ciencia.elcorreo.com
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