En el falo de marfil de Vogelherd los autores ven varias hileras de 'piercings'.
Es un sofocante día de verano. Con el sudor chorreando por encima de sus tatuajes, un chaval melenudo camina nervioso bajo el sol. Franquea un umbral y se encuentra con un colega. Le mira a los ojos y le pide, con un hilo de voz, una escalera de Jacob, varias hileras de piercings en el dorso de su pene. La escena, ficticia, pudo ocurrir ayer en una gran ciudad, pero también hace 30.000 años en la cueva de Vogelherd, escondida entre la maleza en un valle alemán.
Al menos, esta es la tesis de un grupo de investigadores españoles que intenta demostrar que el origen de la decoración fálica, hoy de moda, se pierde en la noche de los tiempos. Los científicos publicarán próximamente un estudio en The Journal of Urology en el que muestran evidencias de que las perforaciones, los tatuajes y las escarificaciones eran habituales en los penes de los hombres del Paleolítico superior. Sus conclusiones son controvertidas, pero creen que las pruebas que han rastreado por Europa, en un periodo que abarca desde los 38.000 a los 11.000 años antes del presente, son consistentes.
Según su investigación, 42 piezas con inequívoca morfología fálica han sobrevivido hasta nuestros días en Europa. Y 30 de ellas, el 71,4%, presentan incisiones o agujeros con un presunto "propósito decorativo". A su juicio, "estos diseños eran muy probablemente representaciones de escarificaciones, cortes, piercings y tatuajes".
Tatuajes congelados
Uno de los autores del trabajo, el urólogo especializado en prehistoria Javier Angulo, del Hospital Universitario de Getafe, defiende sus hipótesis observando las costumbres de algunos pueblos actuales. "Ahora hay tribus indias que se deforman la piel del pene", argumenta. "En el Paleolítico superior eran Homo sapiens igual que nosotros, también les gustaba engalanarse", explica.
Otros expertos ajenos al estudio, como el catedrático de Prehistoria Javier Baena, de la Universidad Autónoma de Madrid, son más escépticos. "Estos temas se mueven en el ámbito de la conjetura. Las decoraciones en el arte mueble pueden representar tatuajes y piercings, o puede que no. Parece que las comparaciones etnográficas están más de moda ahora, pero no se puede basar todo en eso", opina.
Como sugieren las palabras de Baena, para poder validar la hipótesis habría que encontrar un pene incorrupto de más de 10.000 años, tatuado y perforado, en un yacimiento. Parece imposible, pero no lo es del todo. En 1991, en un glaciar de los Alpes, apareció Ötzi, un cadáver humano congelado desde hace unos 5.300 años. El hombre de los hielos tenía varios tatuajes, en el torso, en las rodillas, en los talones y en las muñecas. Y las orejas perforadas. Como subraya Angulo, Ötzi, uno de los cuerpos humanos más antiguos entre los conservados con piel, ya presentaba piercings y tatuajes, posiblemente elaborados con objetos punzantes embadurnados en una pasta de carbón. Y no es una excepción. Otro de los hombres rescatados de los hielos, que vivió en Siberia hace 2.500 años, también presenta un tatuaje en el hombro.
Y hay más. Otro de los indicios que hacen pensar a los investigadores que la decoración fálica era habitual hace miles de años es un cubrepene de oro hallado en la tumba 43 de la necrópolis de la Edad del Cobre de Varna, en la costa búlgara del Mar Negro. El nicho, de unos 6.000 años de antigüedad, guarda los restos de un hombre de unos 45 años que fue enterrado entre pequeños objetos de oro y armas de cobre y sílex. Bajo su pelvis, los arqueólogos hallaron una capucha de oro que recubriría el falo del difunto.
Modestos cirujanos
Angulo no duda de la pericia de los hombres de hace 30.000 años, con un físico y una capacidad cerebral similares a las actuales, para llevar a cabo estas operaciones de tatuaje, escarificación o perforación del pene. Muchos de los órganos viriles tallados o pintados en las cavernas aparecen en erección. Y, como subraya Angulo, habituado a ver patologías del falo en su consulta, muestran que "o se llevaba a cabo la circuncisión o había una cultura de retracción del prepucio".
Otro de los autores del estudio, Marcos García Díez, insiste en que los animales representados en el arte paleolítico están repletos de detalles realistas. Y sabe de lo que habla. Este científico es el coordinador de las cuevas prehistóricas en el Gobierno de Cantabria. Cavernas como El Castillo, con casi 300 figuras animales y humanas, o Covalanas, conocida como la cueva de las ciervas rojas, están bajo su supervisión. Si aquellos dibujos se corresponden con la anatomía de las bestias, es lógico pensar que las representaciones fálicas también son realistas.
El arte de hace más de 10.000 años es como un manual de urología. Hay de todo: penes con fimosis, con el prepucio retraído o circuncidados, flácidos, erectos, con parafimosis. Los seres humanos de la época tenían una tecnología suficientemente avanzada como para llevar a cabo pequeñas operaciones. Las líneas y puntos en las piezas con morfología fálica se corresponderían, entonces, con tatuajes, piercings y escarificaciones.
Una estatuilla con forma de pene hallada en la cueva de Vogelherd es, posiblemente, el falo decorado más antiguo, con 30.000 años. En sus filas de perforaciones, los autores ven una escalera de Jacob. Otro pene de marfil adornado con rayas, procedente de la cueva de Mas d'Azil, en los Pirineos franceses, sería un buen ejemplo de tatuaje genital, si los artistas optaron por el realismo, como sospechan los autores. Y, finalmente, el tercer claro modelo, en su opinión, sería el doble falo tallado hace 12.000 años en un asta de ciervo y encontrado en la cueva francesa de Gorge d'Enfer. En su ornamentación, los investigadores ven posibles escaras, costras realizadas con fuego u objetos ardiendo sobre el pene.
"Un ente estúpido"
La mayor parte de las piezas analizadas ha aparecido en Francia, pero también hay unas pocas muestras en España en yacimientos como El Pendo y El Rascaño, en Cantabria, o Cueto de la Mina, en Asturias y algunos casos excepcionales en Alemania y Ucrania. Para los autores del estudio, entre los que también se encuentra el prehistoriador Marc Martínez, conservador de la gruta francesa de Pair-non-Pair, todos estos ejemplos sugieren que algunas de estas decoraciones en el pene "se pusieron de moda, especialmente en Francia en el Magdaleniense superior", hace poco más de 8.000 años.
La función de estos adornos es un enigma. En el caso del hombre de los hielos alpino, los tatuajes aparecieron sobre articulaciones con artrosis, por lo que, como recuerdan Angulo y García Díez, algunos investigadores plantearon la hipótesis de que las marcas tuvieran una función supuestamente medicinal. Más cerca en el tiempo, los científicos mencionan que el tatuaje corporal en algunas tribus de la Polinesia tenía una alta carga erótica. Una persona sin tatuar era "un ente estúpido". Las mujeres se tatuaban todo el cuerpo, desde las orejas a la vulva. Y los grabados en la piel eran incluso más extensos en los hombres. Sin embargo, tras siglos de tradición, los misioneros cristianos llegaron a las islas en 1797 y prohibieron de manera radical esta práctica.
Los maoríes de Nueva Zelanda creían, incluso, que sus tatuajes atrapaban la energía cósmica. En otros casos, las marcas en el cuerpo anunciaban la pertenencia a un grupo. "Las raíces del tatuaje son espirituales, como las supersticiones animistas, basadas en la creencia de que la tinta y el arte corporal pueden proteger del demonio", dicen en su artículo. "Posiblemente, el tatuaje prehistórico y otras formas de decoración corporal seguían patrones de comportamiento similares. Por lo tanto, en el Paleolítico, la ornamentación genital pudo no ser meramente cosmética", hipotetizan.
Sin embargo, Angulo deja caer otra opción. "Siempre se habla de espiritualidad, pero es muy posible que, simplemente, a aquellos hombres les gustara adornarse. Los habría coquetos o friquis. Eran como nosotros".
Al menos, esta es la tesis de un grupo de investigadores españoles que intenta demostrar que el origen de la decoración fálica, hoy de moda, se pierde en la noche de los tiempos. Los científicos publicarán próximamente un estudio en The Journal of Urology en el que muestran evidencias de que las perforaciones, los tatuajes y las escarificaciones eran habituales en los penes de los hombres del Paleolítico superior. Sus conclusiones son controvertidas, pero creen que las pruebas que han rastreado por Europa, en un periodo que abarca desde los 38.000 a los 11.000 años antes del presente, son consistentes.
Según su investigación, 42 piezas con inequívoca morfología fálica han sobrevivido hasta nuestros días en Europa. Y 30 de ellas, el 71,4%, presentan incisiones o agujeros con un presunto "propósito decorativo". A su juicio, "estos diseños eran muy probablemente representaciones de escarificaciones, cortes, piercings y tatuajes".
Tatuajes congelados
Uno de los autores del trabajo, el urólogo especializado en prehistoria Javier Angulo, del Hospital Universitario de Getafe, defiende sus hipótesis observando las costumbres de algunos pueblos actuales. "Ahora hay tribus indias que se deforman la piel del pene", argumenta. "En el Paleolítico superior eran Homo sapiens igual que nosotros, también les gustaba engalanarse", explica.
Otros expertos ajenos al estudio, como el catedrático de Prehistoria Javier Baena, de la Universidad Autónoma de Madrid, son más escépticos. "Estos temas se mueven en el ámbito de la conjetura. Las decoraciones en el arte mueble pueden representar tatuajes y piercings, o puede que no. Parece que las comparaciones etnográficas están más de moda ahora, pero no se puede basar todo en eso", opina.
Como sugieren las palabras de Baena, para poder validar la hipótesis habría que encontrar un pene incorrupto de más de 10.000 años, tatuado y perforado, en un yacimiento. Parece imposible, pero no lo es del todo. En 1991, en un glaciar de los Alpes, apareció Ötzi, un cadáver humano congelado desde hace unos 5.300 años. El hombre de los hielos tenía varios tatuajes, en el torso, en las rodillas, en los talones y en las muñecas. Y las orejas perforadas. Como subraya Angulo, Ötzi, uno de los cuerpos humanos más antiguos entre los conservados con piel, ya presentaba piercings y tatuajes, posiblemente elaborados con objetos punzantes embadurnados en una pasta de carbón. Y no es una excepción. Otro de los hombres rescatados de los hielos, que vivió en Siberia hace 2.500 años, también presenta un tatuaje en el hombro.
Y hay más. Otro de los indicios que hacen pensar a los investigadores que la decoración fálica era habitual hace miles de años es un cubrepene de oro hallado en la tumba 43 de la necrópolis de la Edad del Cobre de Varna, en la costa búlgara del Mar Negro. El nicho, de unos 6.000 años de antigüedad, guarda los restos de un hombre de unos 45 años que fue enterrado entre pequeños objetos de oro y armas de cobre y sílex. Bajo su pelvis, los arqueólogos hallaron una capucha de oro que recubriría el falo del difunto.
Modestos cirujanos
Angulo no duda de la pericia de los hombres de hace 30.000 años, con un físico y una capacidad cerebral similares a las actuales, para llevar a cabo estas operaciones de tatuaje, escarificación o perforación del pene. Muchos de los órganos viriles tallados o pintados en las cavernas aparecen en erección. Y, como subraya Angulo, habituado a ver patologías del falo en su consulta, muestran que "o se llevaba a cabo la circuncisión o había una cultura de retracción del prepucio".
Otro de los autores del estudio, Marcos García Díez, insiste en que los animales representados en el arte paleolítico están repletos de detalles realistas. Y sabe de lo que habla. Este científico es el coordinador de las cuevas prehistóricas en el Gobierno de Cantabria. Cavernas como El Castillo, con casi 300 figuras animales y humanas, o Covalanas, conocida como la cueva de las ciervas rojas, están bajo su supervisión. Si aquellos dibujos se corresponden con la anatomía de las bestias, es lógico pensar que las representaciones fálicas también son realistas.
El arte de hace más de 10.000 años es como un manual de urología. Hay de todo: penes con fimosis, con el prepucio retraído o circuncidados, flácidos, erectos, con parafimosis. Los seres humanos de la época tenían una tecnología suficientemente avanzada como para llevar a cabo pequeñas operaciones. Las líneas y puntos en las piezas con morfología fálica se corresponderían, entonces, con tatuajes, piercings y escarificaciones.
Una estatuilla con forma de pene hallada en la cueva de Vogelherd es, posiblemente, el falo decorado más antiguo, con 30.000 años. En sus filas de perforaciones, los autores ven una escalera de Jacob. Otro pene de marfil adornado con rayas, procedente de la cueva de Mas d'Azil, en los Pirineos franceses, sería un buen ejemplo de tatuaje genital, si los artistas optaron por el realismo, como sospechan los autores. Y, finalmente, el tercer claro modelo, en su opinión, sería el doble falo tallado hace 12.000 años en un asta de ciervo y encontrado en la cueva francesa de Gorge d'Enfer. En su ornamentación, los investigadores ven posibles escaras, costras realizadas con fuego u objetos ardiendo sobre el pene.
"Un ente estúpido"
La mayor parte de las piezas analizadas ha aparecido en Francia, pero también hay unas pocas muestras en España en yacimientos como El Pendo y El Rascaño, en Cantabria, o Cueto de la Mina, en Asturias y algunos casos excepcionales en Alemania y Ucrania. Para los autores del estudio, entre los que también se encuentra el prehistoriador Marc Martínez, conservador de la gruta francesa de Pair-non-Pair, todos estos ejemplos sugieren que algunas de estas decoraciones en el pene "se pusieron de moda, especialmente en Francia en el Magdaleniense superior", hace poco más de 8.000 años.
La función de estos adornos es un enigma. En el caso del hombre de los hielos alpino, los tatuajes aparecieron sobre articulaciones con artrosis, por lo que, como recuerdan Angulo y García Díez, algunos investigadores plantearon la hipótesis de que las marcas tuvieran una función supuestamente medicinal. Más cerca en el tiempo, los científicos mencionan que el tatuaje corporal en algunas tribus de la Polinesia tenía una alta carga erótica. Una persona sin tatuar era "un ente estúpido". Las mujeres se tatuaban todo el cuerpo, desde las orejas a la vulva. Y los grabados en la piel eran incluso más extensos en los hombres. Sin embargo, tras siglos de tradición, los misioneros cristianos llegaron a las islas en 1797 y prohibieron de manera radical esta práctica.
Los maoríes de Nueva Zelanda creían, incluso, que sus tatuajes atrapaban la energía cósmica. En otros casos, las marcas en el cuerpo anunciaban la pertenencia a un grupo. "Las raíces del tatuaje son espirituales, como las supersticiones animistas, basadas en la creencia de que la tinta y el arte corporal pueden proteger del demonio", dicen en su artículo. "Posiblemente, el tatuaje prehistórico y otras formas de decoración corporal seguían patrones de comportamiento similares. Por lo tanto, en el Paleolítico, la ornamentación genital pudo no ser meramente cosmética", hipotetizan.
Sin embargo, Angulo deja caer otra opción. "Siempre se habla de espiritualidad, pero es muy posible que, simplemente, a aquellos hombres les gustara adornarse. Los habría coquetos o friquis. Eran como nosotros".
Fuente: Publico.es
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