Secuencia estratigráfica y trabajos de excavación en la cueva del Mirón, en Ramales de la Victoria. :: UC
La Arqueología es una de las ciencias más impredecibles y sorprendentes, capaz de cambiar hipótesis y planificaciones. Este año, el equipo que dirigen Manuel R. González Morales (catedrático de Prehistoria -UC- de la Universidad de Cantabria y director del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria) y Lawrence G. Strauss (Univ. de Nuevo México) tenían previsto poner fin al proyecto de investigación en la cueva del Mirón (Ramales de la Victoria).
Por detrás quedan 15 años de trabajos de campo y de laboratorio, «muchísima información acumulada» gracias a las campañas de dos o tres meses; por delante, el horizonte permite vislumbrar muchas horas de estudio, de preparación de memorias, de elaboración de publicaciones y de gestión de nuevos proyectos a partir de los materiales. Pero..., un hallazgo sobresaliente, el primer enterramiento del Paleolítico descubierto en la Península Ibérica, es capaz de romper los esquemas, incluso de los propios arqueólogos acostumbrados a que cada unidad estratigráfica proporcione datos de interés.
En los primeros días del pasado mes de julio, la estrategia de la excavación determinó poner la mirada de nuevo en una zona ubicada en el fondo de la cueva, donde ya se actuó en 2001. Se trataba de ir cerrando áreas y descartar sorpresas. No fue así, la sorpresa se produjo y, en este caso, fue agradable. Los arqueólogos identificaron los restos de un enterramiento secundario tras un bloque de grandes dimensiones donde en su momento se descubrieron grabados y bajo otra piedra de unos 40 cm de lado.
«Se trata de un depósito funerario», como señala González Morales que ayer compareció en rueda de prensa junto al director general de Cultura del Gobierno de Cantabria, Justo Barreda, para hacer público el hallazgo. Y añadió: «Probablemente se trate de un adulto joven y grácil, de pequeña talla, pudiera ser una mujer, pero estos datos tendrán que ser confirmados con los oportunos estudios de laboratorio donde se harán los análisis y se facilitarán las dataciones. A partir de ahí, podremos, en un plazo aproximadamente un mes o un mes y medio, disponer de datos genéticos, saber más quién era, su sexo, su alimentación...».
No obstante, por el contexto arqueológico en el que se documenta el depósito, «bien sellado», González Morales apunta a un «momento avanzado del Magdaleniense», fechas por radio carbono que nos remontan a hace 13.000-12.000 años.
Escasos paralelos y ritual
Hasta la fecha, según asevera González Morales, en la Península Ibérica no se han encontrado enterramientos fechables en el Paleolítico, ni en concreto en su periodo final, el Magdaleniense Superior. «Sólo se conocen algunos restos óseos dispersos, piezas de cráneos, hallazgos antiguos, pero nunca un enterramiento con ritual como éste, porque en El Mirón, asociado estratigráficamente al depósito de huesos se ha identificado en la zona inmediata una serie de pequeñas hogueras contemporáneas».
El esqueleto no se ha encontrado ni mucho menos completo en una zona resguardada de la cueva, como si se tratara de un escondite. Los investigadores han localizado, en primera instancia, una tibia, la mandíbula completa, huesos postcraneales, vértebras, costillas, fragmentos de los huesos de la mano y del pie... Ahora toca reconstruir el puzzle y confirmar que todos pertenecen a un mismo individuo, algo que por el momento no se pone en duda.
Éstos, aparecen recubiertos de ocre, práctica que era común en el Paleolítico como ha confirmado el propio Morales, a raíz de hallazgos que décadas atrás se han documentado sobre todo en Inglaterra y Francia, en excavaciones antiguas no realizadas con técnicas actuales. En este caso, «parece que se produjo una recogida de los restos humanos y posteriormente depositados allí y recubiertos con ocre. Ahora tenemos que investigar por qué la tibia aparece con mordeduras aparentemente de animal, y si fue descarnada intencionadamente o por animales».
No fue frecuente el enterramiento en las cuevas, lugares donde sin embargo siempre se ha refugiado el hombre, como en El Mirón, hasta la Edad del Bronce. Precisamente una de las primeras sorpresas en los años noventa para los investigadores fue comprobar que toda la parte superior del depósito del Mirón estaba integrada por restos de cabañas y acampadas que iban desde los inicios de la Edad de Bronce hasta los momentos más antiguos del Neolítico regional (entre 3.500 y 5.700 años atrás). Por debajo de estos depósitos, una secuencia de ocupación humana casi sin interrupción hasta el Paleolítico Superior.
Ahora, con este hallazgo, todo parece indicar que el próximo año habrá una nueva campaña en El Mirón. Quizá la última. ¿Quién sabe?
Por detrás quedan 15 años de trabajos de campo y de laboratorio, «muchísima información acumulada» gracias a las campañas de dos o tres meses; por delante, el horizonte permite vislumbrar muchas horas de estudio, de preparación de memorias, de elaboración de publicaciones y de gestión de nuevos proyectos a partir de los materiales. Pero..., un hallazgo sobresaliente, el primer enterramiento del Paleolítico descubierto en la Península Ibérica, es capaz de romper los esquemas, incluso de los propios arqueólogos acostumbrados a que cada unidad estratigráfica proporcione datos de interés.
En los primeros días del pasado mes de julio, la estrategia de la excavación determinó poner la mirada de nuevo en una zona ubicada en el fondo de la cueva, donde ya se actuó en 2001. Se trataba de ir cerrando áreas y descartar sorpresas. No fue así, la sorpresa se produjo y, en este caso, fue agradable. Los arqueólogos identificaron los restos de un enterramiento secundario tras un bloque de grandes dimensiones donde en su momento se descubrieron grabados y bajo otra piedra de unos 40 cm de lado.
«Se trata de un depósito funerario», como señala González Morales que ayer compareció en rueda de prensa junto al director general de Cultura del Gobierno de Cantabria, Justo Barreda, para hacer público el hallazgo. Y añadió: «Probablemente se trate de un adulto joven y grácil, de pequeña talla, pudiera ser una mujer, pero estos datos tendrán que ser confirmados con los oportunos estudios de laboratorio donde se harán los análisis y se facilitarán las dataciones. A partir de ahí, podremos, en un plazo aproximadamente un mes o un mes y medio, disponer de datos genéticos, saber más quién era, su sexo, su alimentación...».
No obstante, por el contexto arqueológico en el que se documenta el depósito, «bien sellado», González Morales apunta a un «momento avanzado del Magdaleniense», fechas por radio carbono que nos remontan a hace 13.000-12.000 años.
Escasos paralelos y ritual
Hasta la fecha, según asevera González Morales, en la Península Ibérica no se han encontrado enterramientos fechables en el Paleolítico, ni en concreto en su periodo final, el Magdaleniense Superior. «Sólo se conocen algunos restos óseos dispersos, piezas de cráneos, hallazgos antiguos, pero nunca un enterramiento con ritual como éste, porque en El Mirón, asociado estratigráficamente al depósito de huesos se ha identificado en la zona inmediata una serie de pequeñas hogueras contemporáneas».
El esqueleto no se ha encontrado ni mucho menos completo en una zona resguardada de la cueva, como si se tratara de un escondite. Los investigadores han localizado, en primera instancia, una tibia, la mandíbula completa, huesos postcraneales, vértebras, costillas, fragmentos de los huesos de la mano y del pie... Ahora toca reconstruir el puzzle y confirmar que todos pertenecen a un mismo individuo, algo que por el momento no se pone en duda.
Éstos, aparecen recubiertos de ocre, práctica que era común en el Paleolítico como ha confirmado el propio Morales, a raíz de hallazgos que décadas atrás se han documentado sobre todo en Inglaterra y Francia, en excavaciones antiguas no realizadas con técnicas actuales. En este caso, «parece que se produjo una recogida de los restos humanos y posteriormente depositados allí y recubiertos con ocre. Ahora tenemos que investigar por qué la tibia aparece con mordeduras aparentemente de animal, y si fue descarnada intencionadamente o por animales».
No fue frecuente el enterramiento en las cuevas, lugares donde sin embargo siempre se ha refugiado el hombre, como en El Mirón, hasta la Edad del Bronce. Precisamente una de las primeras sorpresas en los años noventa para los investigadores fue comprobar que toda la parte superior del depósito del Mirón estaba integrada por restos de cabañas y acampadas que iban desde los inicios de la Edad de Bronce hasta los momentos más antiguos del Neolítico regional (entre 3.500 y 5.700 años atrás). Por debajo de estos depósitos, una secuencia de ocupación humana casi sin interrupción hasta el Paleolítico Superior.
Ahora, con este hallazgo, todo parece indicar que el próximo año habrá una nueva campaña en El Mirón. Quizá la última. ¿Quién sabe?
Fuente: eldiariomontanes.es
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